Si he de ser franco, me resisto a considerar la seducción como una doctrina metódicamente formada y ordenada. Quizás esto se deba a que la ciencia se me antoja, precisamente por la rigurosa certidumbre de sus conclusiones definidas por la lógica, como un campo frío y desapasionado. Pese a que esto no impide que pueda ser estudiada con el mayor de los entusiasmos de forma perfectamente compatible, lo cierto es que la práctica o investigación científica precisa de esa llamémosle frialdad.
Nótese que uso la palabra “práctica” como requeridora de esa cautela friática, y no la motivación que pueda impulsarnos a ella.
La ciencia se vale del intelecto perfectamente enfocado. El arte, sin embargo, nace del sentimiento y la inspiración por definición. Es el modo en que imita el hombre algo a través de un acto creativo, y precisamente por ser expresión subjetiva de un sujeto –no podría ser de otra manera– nace y está definido por la emoción que lo engendró.
Para mi, un encuentro seductivo con una mujer es como una de esas esculturas de arena que podemos ver en algunas playas, protegidas por sus astrosos creadores de vida nómada y excéntrica, que perduran hermosas durante más o menos tiempo hasta que finalmente, cuando ya nadie les presta atención (normalmente finalizada la estación estival y turística), desaparecen y solo dejan el recuerdo… un bonito recuerdo.
Es por esto que prefiero concebir la práctica de estas virtudes como un arte creativo, porque nacen y se alimentan por la emoción, tan inexacta y en cierta medida impredecible.
Sin embargo, atendiendo a la primera acepción de "ciencia" que encuentro en la pequeña enciclopedia que tengo entre las manos, esta puede definirse como el conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas. Visto así, bien podríamos considerar las Artes del Corazón como una ciencia estudiable a la hora de pretender basar nuestras actuaciones en principios aprendidos. Digamos que, los adornos cautivadores puramente subjetivos y emocionales de los que nos valemos, se sustentan indiscutiblemente sobre un esqueleto erigido de manera científica.
No hace mucho, estudiantes de psicología de toda España se manifestaban en Madrid para que su doctrina fuera considerada como una ciencia al uso. Creo que podría decirse que todo tiene su ciencia, por el contrario, no todas las aplicaciones pueden ser consideradas un arte.
La conclusión a la que pretendo llegar con estas divagaciones etimológicas es que, aunque sea posible reproducir un método sistematizado y pretender suponerle cierta cualidad exacta, no creo que en seducción pueda llegarse muy lejos sin sumergirse en el mundo de lo emocional, puesto que es un corazón lo que se pretende cautivar y no un cerebro, y esto no todo el mundo termina de comprenderlo.
Personalmente, puedo decir que soy MUY emocional; en ocasiones, he llegado a pensar que en exceso.
Durante algún tiempo, transité por ciertas ramas del Juego Interno con la intención de hallar el método práctico que me permitiera desligarme de mis sentimientos. De alguna manera, pensaba que la discriminación de las emociones me otorgaría una perspectiva tan poderosamente pragmática que viviría libre de condicionantes y puntos de vista distorsionados, además de sufrimiento. Menuda necedad.
Sobra decir que ese objetivo es de todo punto inalcanzable, tan absurdo como intentar secar el agua. Somos seres humanos, y los seres humanos son emocionales, en mayor o menor medida, pero siempre lo son.
A pesar de todo, tanto fuera como dentro de la Comunidad, muchos de nosotros parecemos ansiar el poder desprendernos de nuestra en ocasiones pesada carga emocional... No hay cara sin cruz como no hay día sin noche; sin emociones, ¿qué nos diferenciaría de esa planta que crece en tu terraza?
¿Tienes miedo de arriesgarte a hacer ese abordaje tan atrevido y te lamentas a causa de los desgarradores puñales que torturan tu corazón por la monitis?
No niegues tus emociones, ABRÁZALAS.
Alégrate de ser alguien imbuido de intensos sentimientos y sensaciones, los consideres a priori buenos o malos.
Cuando hablo de nuestra tendencia a tratar de rechazar el propio sentir en los momentos en que este se nos antoja intolerable, se me ocurre un símil que creo puede resultar bastante gráfico en estos tiempos tan modernos que corren:
Imaginad la pantalla de un ordenador cargado con el omnipresente sistema operativo Windows; cada emoción que surge, es como una nueva ventana que se abre frente a vosotros, incluyendo ese color parpadeante diseñado con el fin de llamar nuestra atención. Nosotros, al no reconocerla, apartamos los ojos de ella y la minimizamos, intentando obviarla; sin embargo, aunque miremos hacia otro lado, esta sigue estando ahí, con su incesante intermitencia y ese curioso sonido semejante a una campana. Entonces empiezan a abrirse nuevas ventanas y, aunque seguimos prefiriendo ignorar su aparición, estas comienzan a acumularse en la barra de Inicio acompañadas de sus reclamos audiovisuales. Pronto, la pantalla se habrá convertido en una auténtica locura y seremos incapaces de concentrarnos en nada, una situación bastante incómoda.
Pienso que algo parecido ocurre con nuestras emociones no reconocidas. Quedan ahí, torturándonos, teñidas por la negatividad de la no aceptación (y no de su propia naturaleza perniciosa, como podemos llegar a pensar).
No obstante, en lugar de resistirnos a admitir su innegable existencia, podríamos optar por aceptarlas como parte de nosotros, sumergirnos en ellas y vivirlas intensamente –puesto que, repudiarlas, conlleva rechazarnos en parte a nosotros mismos– independientemente de su naturaleza.
Siempre habrá emociones. Alégrate de tenerlas, son las que hacen que tu vida sea algo más que el devenir de insulsos intentos por mantenerte vivo y reproducirte.
Rechazar la propia emoción implica el rechazo a una parte indisociable de uno mismo. Esto equivale a no aceptarse y por tanto no quererse, situación antagónica del estado de autoestima.
Cada día estoy más convencido de que, para desplegar nuestras artes con éxito, debemos estar íntimamente conectados a nuestras emociones. Como sugería en el artículo titulado Sedúcete a ti mismo y Déjate seducir, es imposible envolver a nadie en un estado emocional –imprescindible en seducción– si nosotros somos incapaces de acceder a él en primer lugar.
Esto no está reñido con ser asertivo. Ser conscientes de que nuestras emociones palpitan como parte de nosotros y atender su mensaje o razón de ser no implica necesariamente que seamos reactivos y contribuye a conocernos más a nosotros mismos. Observándolas, que diría Eckhart Tolle (autor de El Poder del Ahora, para quien no lo sepa), podemos reconocer su existencia y evitar, con mayor tino si cabe, que puedan condicionarnos o distorsionarnos; en lugar de permitir que la ola te arrastre, cabálgala como haría un habilidoso surfista.
Ser emocional no tiene nada que ver con ser cursi.
Creo que ya está más que desterrado el tópico de que a las mujeres les atraen esos tipos melosos que pretenden ostentar una sensibilidad tan acaramelada como sobreactuada a modo de estrategia de conquista. Aunque los beneficios de un punto tierno bien calibrado y combinado están lejos de ser cuestionables, la ñoñería está relacionada por definición con el fingimiento… Reactividad y falta de autenticidad; no puede existir nada más detestable para una fémina.
En la otra cara de la moneda encontramos al tipo duro, otro invariable estereotipo que, quiero pensar, también ha sido desterrado fuera de los institutos. Los gallitos de pelea tampoco seducen a nadie.
Nada de eso. Cuando hablo de ser emocional me refiero a EXPRESIVIDAD y RIQUEZA DE SENSACIONES, una fuente de impresiones pasionales de la que ella disfrutará libando y contagiándose mucho más de lo que te puedas imaginar. Sin ellas, las emociones, no hay obra de arte.
Otro elemento que contribuye a hacerme concebir un encuentro seductivo como un arte es lo necesario que resulta para mi ese sentimiento de INSPIRACIÓN –no demasiado diferente del que, imagino, precisa un pintor para precipitarse sobre el lienzo en una orgía de colores, o el compositor antes de comenzar a garabatear sobre una partitura en blanco–.
Debo reconocer que esto limita mucho mis abordajes y, de alguna manera, trato de revelarme contra ello intentando disminuir mis exigencias en las aperturas (pues lo cierto es que lo considero una limitación para mis avances).
Sin embargo, sin inspiración me falta el ímpetu y, de alguna manera, la obra resulta mucho más insípida debido a la carencia emocional… Tengo que sentir cierto nerviosismo cuando miro a una chica, ese estimulante que, lejos de devenir en parálisis (aunque en el pasado confieso que así era), me anima enormemente a lanzarme en busca de la danza de sensaciones con esa pareja de baile.
Un tipo que vive en comunión con sus emociones permite que la vida lo haga vibrar, aún sin condicionarlo, se concede regodearse en lo que es y siente. Eso las chicas lo notan y disfrutan.
Cuando abrazas tus propias emociones, todos tus cierres serán más vivos… más dignos de recordar… como aquella escultura de arena que una vez se erigió en la playa para disfrute de aquellos paseantes que tuvieron la fortuna de verla.
¿Sientes tristeza, miedo o frustración? Saboréalo, significa que estás vivo. Solo necesitas un cambio de perspectiva, recuerda que la moneda siempre tiene dos caras, siempre.
Otro elemento que pocas veces se comprende es la recomendada vulnerabilidad (en lo que a la práctica de la seducción se refiere), inseparable esta de un espíritu emocional.
Una cosa es ser vulnerable y otra muy diferente es ser frágil.
Aquel que es frágil tiene tendencia al drama, resulta ser intensamente reactivo, y cae en la melancolía con facilidad, siendo disuadido de perseguir sus objetivos por la propia percepción distorsionada de las circunstancias y una mojigatería descontrolada.
Por el contrario, yo definiría al seductor vulnerable como un tipo que, pese a actuar acompañado de pragmatismo y enfrentarse a sus emociones con asertividad y buen juicio, evitando reaccionar, no pretende hacer ver de cara a la galería que no existe afectación, porque está cómodo revelándose tal cual es. Las afiladas puntas de los dardos que amenazan su corazón pueden herirlo, pero no apartarlo de su camino.
Es consciente del dolor emocional y lo asume porque confía en si mismo y su integridad, además de hacer gala de una importante dosis de valentía.
La idea es mostrarse emotivo y pasional, libre de expresar lo que lleves contigo.
Sé emocional, no cursi. Sé vulnerable, no frágil.
En materia de seducción estamos trabajando con las emociones. Pretender distanciarse de ellas se presenta a mi entender como una idea completamente contrapuesta.
Estas son las Artes del Corazón.
¡Felices fiestas a todos!
Me despido también de este maravilloso e intenso 2008, que tantísimas cosas que me ha aportado.