El Juego Interno lo es todo.
Autoestima, seguridad, visión positiva del mundo… De este conjunto bien enfocado puede extrapolarse un Marco auténtico capaz de transmitir, a través de una personalidad magnética y carismática, una realidad poderosa artífice de nuestros éxitos. Todo lo demás son detalles.
Creo firmemente que el mundo es reflejo directo de nuestra realidad interna, en el juego de marcos y el abrumador y a menudo desdeñado poder la intención. Así, mi visión de la seducción es muy filosófica y natural, aunque en mi estilo directo de propia configuración a menudo disfruto describiendo aspectos muy técnicos.

Para ser un poco más libre. Para cautivar al mundo y dejarse seducir por él.
Yo no soy un seductor. Sólo soy un tipo que ama a las mujeres…


miércoles, 31 de diciembre de 2008

Las Artes del Corazón

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LAS ARTES DEL CORAZÓN


Habréis observado que así es como a menudo me gusta llamar a esta apasionante disciplina que nos ocupa, las Artes del Corazón.

Si he de ser franco, me resisto a considerar la seducción como una doctrina metódicamente formada y ordenada. Quizás esto se deba a que la ciencia se me antoja, precisamente por la rigurosa certidumbre de sus conclusiones definidas por la lógica, como un campo frío y desapasionado. Pese a que esto no impide que pueda ser estudiada con el mayor de los entusiasmos de forma perfectamente compatible, lo cierto es que la práctica o investigación científica precisa de esa llamémosle frialdad.
Nótese que uso la palabra “práctica” como requeridora de esa cautela friática, y no la motivación que pueda impulsarnos a ella.
La ciencia se vale del intelecto perfectamente enfocado. El arte, sin embargo, nace del sentimiento y la inspiración por definición. Es el modo en que imita el hombre algo a través de un acto creativo, y precisamente por ser expresión subjetiva de un sujeto –no podría ser de otra manera– nace y está definido por la emoción que lo engendró.

Para mi, un encuentro seductivo con una mujer es como una de esas esculturas de arena que podemos ver en algunas playas, protegidas por sus astrosos creadores de vida nómada y excéntrica, que perduran hermosas durante más o menos tiempo hasta que finalmente, cuando ya nadie les presta atención (normalmente finalizada la estación estival y turística), desaparecen y solo dejan el recuerdo… un bonito recuerdo.
Es por esto que prefiero concebir la práctica de estas virtudes como un arte creativo, porque nacen y se alimentan por la emoción, tan inexacta y en cierta medida impredecible.
Sin embargo, atendiendo a la primera acepción de "ciencia" que encuentro en la pequeña enciclopedia que tengo entre las manos, esta puede definirse como el conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas. Visto así, bien podríamos considerar las Artes del Corazón como una ciencia estudiable a la hora de pretender basar nuestras actuaciones en principios aprendidos. Digamos que, los adornos cautivadores puramente subjetivos y emocionales de los que nos valemos, se sustentan indiscutiblemente sobre un esqueleto erigido de manera científica.
No hace mucho, estudiantes de psicología de toda España se manifestaban en Madrid para que su doctrina fuera considerada como una ciencia al uso. Creo que podría decirse que todo tiene su ciencia, por el contrario, no todas las aplicaciones pueden ser consideradas un arte.
La conclusión a la que pretendo llegar con estas divagaciones etimológicas es que, aunque sea posible reproducir un método sistematizado y pretender suponerle cierta cualidad exacta, no creo que en seducción pueda llegarse muy lejos sin sumergirse en el mundo de lo emocional, puesto que es un corazón lo que se pretende cautivar y no un cerebro, y esto no todo el mundo termina de comprenderlo.

Personalmente, puedo decir que soy MUY emocional; en ocasiones, he llegado a pensar que en exceso.
Durante algún tiempo, transité por ciertas ramas del Juego Interno con la intención de hallar el método práctico que me permitiera desligarme de mis sentimientos. De alguna manera, pensaba que la discriminación de las emociones me otorgaría una perspectiva tan poderosamente pragmática que viviría libre de condicionantes y puntos de vista distorsionados, además de sufrimiento. Menuda necedad.
Sobra decir que ese objetivo es de todo punto inalcanzable, tan absurdo como intentar secar el agua. Somos seres humanos, y los seres humanos son emocionales, en mayor o menor medida, pero siempre lo son.
A pesar de todo, tanto fuera como dentro de la Comunidad, muchos de nosotros parecemos ansiar el poder desprendernos de nuestra en ocasiones pesada carga emocional... No hay cara sin cruz como no hay día sin noche; sin emociones, ¿qué nos diferenciaría de esa planta que crece en tu terraza?
¿Tienes miedo de arriesgarte a hacer ese abordaje tan atrevido y te lamentas a causa de los desgarradores puñales que torturan tu corazón por la monitis?
No niegues tus emociones, ABRÁZALAS.

Alégrate de ser alguien imbuido de intensos sentimientos y sensaciones, los consideres a priori buenos o malos.
Cuando hablo de nuestra tendencia a tratar de rechazar el propio sentir en los momentos en que este se nos antoja intolerable, se me ocurre un símil que creo puede resultar bastante gráfico en estos tiempos tan modernos que corren:
Imaginad la pantalla de un ordenador cargado con el omnipresente sistema operativo Windows; cada emoción que surge, es como una nueva ventana que se abre frente a vosotros, incluyendo ese color parpadeante diseñado con el fin de llamar nuestra atención. Nosotros, al no reconocerla, apartamos los ojos de ella y la minimizamos, intentando obviarla; sin embargo, aunque miremos hacia otro lado, esta sigue estando ahí, con su incesante intermitencia y ese curioso sonido semejante a una campana. Entonces empiezan a abrirse nuevas ventanas y, aunque seguimos prefiriendo ignorar su aparición, estas comienzan a acumularse en la barra de Inicio acompañadas de sus reclamos audiovisuales. Pronto, la pantalla se habrá convertido en una auténtica locura y seremos incapaces de concentrarnos en nada, una situación bastante incómoda.
Pienso que algo parecido ocurre con nuestras emociones no reconocidas. Quedan ahí, torturándonos, teñidas por la negatividad de la no aceptación (y no de su propia naturaleza perniciosa, como podemos llegar a pensar).
No obstante, en lugar de resistirnos a admitir su innegable existencia, podríamos optar por aceptarlas como parte de nosotros, sumergirnos en ellas y vivirlas intensamente –puesto que, repudiarlas, conlleva rechazarnos en parte a nosotros mismos– independientemente de su naturaleza.
Siempre habrá emociones. Alégrate de tenerlas, son las que hacen que tu vida sea algo más que el devenir de insulsos intentos por mantenerte vivo y reproducirte.

Rechazar la propia emoción implica el rechazo a una parte indisociable de uno mismo. Esto equivale a no aceptarse y por tanto no quererse, situación antagónica del estado de autoestima.

Cada día estoy más convencido de que, para desplegar nuestras artes con éxito, debemos estar íntimamente conectados a nuestras emociones. Como sugería en el artículo titulado Sedúcete a ti mismo y Déjate seducir, es imposible envolver a nadie en un estado emocional –imprescindible en seducción– si nosotros somos incapaces de acceder a él en primer lugar.
Esto no está reñido con ser asertivo. Ser conscientes de que nuestras emociones palpitan como parte de nosotros y atender su mensaje o razón de ser no implica necesariamente que seamos reactivos y contribuye a conocernos más a nosotros mismos. Observándolas, que diría Eckhart Tolle (autor de El Poder del Ahora, para quien no lo sepa), podemos reconocer su existencia y evitar, con mayor tino si cabe, que puedan condicionarnos o distorsionarnos; en lugar de permitir que la ola te arrastre, cabálgala como haría un habilidoso surfista.

Ser emocional no tiene nada que ver con ser cursi.
Creo que ya está más que desterrado el tópico de que a las mujeres les atraen esos tipos melosos que pretenden ostentar una sensibilidad tan acaramelada como sobreactuada a modo de estrategia de conquista. Aunque los beneficios de un punto tierno bien calibrado y combinado están lejos de ser cuestionables, la ñoñería está relacionada por definición con el fingimiento… Reactividad y falta de autenticidad; no puede existir nada más detestable para una fémina.
En la otra cara de la moneda encontramos al tipo duro, otro invariable estereotipo que, quiero pensar, también ha sido desterrado fuera de los institutos. Los gallitos de pelea tampoco seducen a nadie.
Nada de eso. Cuando hablo de ser emocional me refiero a EXPRESIVIDAD y RIQUEZA DE SENSACIONES, una fuente de impresiones pasionales de la que ella disfrutará libando y contagiándose mucho más de lo que te puedas imaginar. Sin ellas, las emociones, no hay obra de arte.

Otro elemento que contribuye a hacerme concebir un encuentro seductivo como un arte es lo necesario que resulta para mi ese sentimiento de INSPIRACIÓN –no demasiado diferente del que, imagino, precisa un pintor para precipitarse sobre el lienzo en una orgía de colores, o el compositor antes de comenzar a garabatear sobre una partitura en blanco–.
Debo reconocer que esto limita mucho mis abordajes y, de alguna manera, trato de revelarme contra ello intentando disminuir mis exigencias en las aperturas (pues lo cierto es que lo considero una limitación para mis avances).
Sin embargo, sin inspiración me falta el ímpetu y, de alguna manera, la obra resulta mucho más insípida debido a la carencia emocional… Tengo que sentir cierto nerviosismo cuando miro a una chica, ese estimulante que, lejos de devenir en parálisis (aunque en el pasado confieso que así era), me anima enormemente a lanzarme en busca de la danza de sensaciones con esa pareja de baile.

Un tipo que vive en comunión con sus emociones permite que la vida lo haga vibrar, aún sin condicionarlo, se concede regodearse en lo que es y siente. Eso las chicas lo notan y disfrutan.
Cuando abrazas tus propias emociones, todos tus cierres serán más vivos… más dignos de recordar… como aquella escultura de arena que una vez se erigió en la playa para disfrute de aquellos paseantes que tuvieron la fortuna de verla.
¿Sientes tristeza, miedo o frustración? Saboréalo, significa que estás vivo. Solo necesitas un cambio de perspectiva, recuerda que la moneda siempre tiene dos caras, siempre.

Otro elemento que pocas veces se comprende es la recomendada vulnerabilidad (en lo que a la práctica de la seducción se refiere), inseparable esta de un espíritu emocional.
Una cosa es ser vulnerable y otra muy diferente es ser frágil.
Aquel que es frágil tiene tendencia al drama, resulta ser intensamente reactivo, y cae en la melancolía con facilidad, siendo disuadido de perseguir sus objetivos por la propia percepción distorsionada de las circunstancias y una mojigatería descontrolada.
Por el contrario, yo definiría al seductor vulnerable como un tipo que, pese a actuar acompañado de pragmatismo y enfrentarse a sus emociones con asertividad y buen juicio, evitando reaccionar, no pretende hacer ver de cara a la galería que no existe afectación, porque está cómodo revelándose tal cual es. Las afiladas puntas de los dardos que amenazan su corazón pueden herirlo, pero no apartarlo de su camino.
Es consciente del dolor emocional y lo asume porque confía en si mismo y su integridad, además de hacer gala de una importante dosis de valentía.

La idea es mostrarse emotivo y pasional, libre de expresar lo que lleves contigo.
Sé emocional, no cursi. Sé vulnerable, no frágil
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En materia de seducción estamos trabajando con las emociones. Pretender distanciarse de ellas se presenta a mi entender como una idea completamente contrapuesta.
Estas son las Artes del Corazón.


¡Felices fiestas a todos!
Me despido también de este maravilloso e intenso 2008, que tantísimas cosas que me ha aportado.
Os deseo una magnífica salida y entrada de año… ¡en la mejor compañía!
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martes, 9 de diciembre de 2008

Chubascos en el Paraíso. Las Relaciones Estables Múltiples II

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CHUBASCOS EN EL PARAÍSO
LAS RELACIONES ESTABLES MÚLTIPLES II
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Este artículo es la continuación de Chicas, chicas, chicas… Las Relaciones Estables Múltiples I.

No se puede ganar una discusión. Es imposible.
Cuando discutimos, permitimos a nuestro ego identificarse con las ideas que pretendemos defender, de tal forma que ya no estamos sosteniendo una opinión o un punto de vista, sino nuestra propia validación individual. Es absurdo, lo sé, y sin embargo es esto lo que sentimos. Jamás reconoceremos por tanto que los argumentos del otro nos han convencido y, si estos son de una veracidad aplastante y sustentada en datos objetivos, recordaremos la supuesta derrota y a su artífice con rencor.

Por mi parte, tenía esto muy presente mientras departía con dos compañeros de la facultad a tenor de las relaciones hombre-mujer y las supuestas reglas que las rigen o, según ellos, deberían regirlas. Sin embargo, aunque era muy consciente de que mis argumentos no harían mella en sus rígidos planteamientos, aquellas perspectivas tan usuales que me ofrecían eran reflejo de los pensamientos de gran parte de la sociedad, unos trazados de los que yo, poco a poco y sin darme cuenta, me había alejado sustancialmente.
Aquellos chicos eran incapaces de comprender o asimilar que yo pudiera tener dos novias y, además, libertad para continuar abriéndome a otras mujeres, que van y vienen.
Sin embargo, que ellos no asumieran mi realidad no cambiaba la misma; las chicas seguían estando ahí y su relación conmigo era la que era. Entonces, sus razonamientos los llevaron a tachar mis relaciones como superficiales, a suponer que yo no encontraba nunca en una chica la profundidad a la que únicamente se accede por el camino de la exclusividad. Es curioso cómo algunos hombres prefieren hacer legítima su propia Mentalidad de Escasez antes de atreverse a pensar que quizás, solo quizás, exista algo más que lo que siempre nos han dicho. Que quizás todas esas reglas conyugales sean menos dogmáticas de lo que parecen a primera vista.
Aquellos chicos me hablaban de cómo la pareja sobrevive a ciclos de discusiones y peleas que, para mí, son intolerables. Yo a esto lo llamo DRAMA. Y precisamente del drama voy a hablaros hoy, en el contexto de la Relación Estable Múltiple.

Muchos de vosotros conocéis ya cuál es mi manera de entender el Juego. Mi deseo es acercarme a esa desconocida que, por su apariencia y su talante, llama poderosamente mi atención logrando así atraerme con la fuerza del brío más instintivo y seductor, ¿son suaves mariposas lo que siento en la boca del estómago?
De ella no quiero un beso, o al menos no únicamente eso. De ella espero descubrir una personalidad y esa serie de facetas que se harán para mí tan fascinantes y encandiladoras como las turgencias que se adivinan a través de su excitante escote. De ella espero obtener algo más, algo nutricio, y para eso precisaré de un segundo encuentro, quizás varias citas, puede que incluso una REM, o únicamente la maravillosa y fugaz correspondencia que tengamos en el bar de turno.
Por eso solo haré un cierre por noche. Por eso un simple beso no me sirve de nada. Por eso no dedicaré tiempo a una extranjera de vacaciones con la que no puedo mantener una charla profunda por problemas idiomáticos. Y por eso en ocasiones soy tan selectivo y exigente.
Me acerco a ELLA y, mientras la descubro, decido hasta dónde estoy dispuesto a llegar. Hasta donde será nutricio llegar.
Quiero aclarar que esta es mi manera personal de entender y aplicar el Juego, ni la mejor ni la peor, solo la mía, y esto no conlleva la censura de otros planteamientos, al contrario, pienso que los distintos puntos de vista y perspectivas –con el correspondiente intercambio de las mismas– son tremendamente enriquecedores.

Sin embargo, y como mencionara en el artículo que precede a este que ahora leéis, la mujer normalmente tenderá a desear que la relación se formalice volviéndose exclusiva y estable.
La estabilidad es la antítesis del caos y, no obstante, la naturaleza de todo es el cambio constante. Aún así, el ser humano siempre persigue la permanencia y el arraigo de las cosas convirtiendo el cambio en un problema emocional y fuente de sufrimiento. Pienso que esta es posiblemente la enseñanza más valiosa que Eckhart Tolle nos regala en sus obras: aceptar la naturaleza cíclica y cambiante de las cosas, con el correspondiente desapego a lo que es efímero por naturaleza –únicamente siendo capaces de aplicar esta filosofía ya lograríamos ser eminentemente felices en cualquier circunstancia–. Reconozco que, en la mayoría de los casos, es algo harto difícil (resulta paradójico, si me permitís el inciso, cómo nuestra naturaleza egótica se resiste de esa manera a aquello que define el mundo en que vivimos: el cambio; es como si todos los seres humanos naciéramos con una maldición).
Aunque a continuación voy a hablar de cómo enfrentar el drama que engendra en la psique femenina la prolongación de una Relación Estable Múltiple con un grado de implicación alto sin que esta termine por devenir en un noviazgo formal típico, el drama en sí mismo siempre surgirá en cualquier relación en que estemos hipotecando emociones (esas fuertes discusiones de las que hablaban mis compañeros de facultad que, para ellos, eran pieza indisociable de una relación exclusiva –planteamiento con el que no disiento, tal es la tendencia del ego humano para concebir la tragedia).
Desconozco si nuestra irrefrenable capacidad para engendrar drama proviene de nuestra fundamental naturaleza humana o, por el contrario, es debida a un fenómeno social, habiéndola aprendido y asimilado desde el momento en que nacemos y nuestras tiernas psiques comienzan a cimentar los pilares del “yo”.
En el caso de las relaciones sentimentales es innegable que, sea la tragedia emocional asociada a estas innata o aprendida, estamos mamando continuamente la existencia desmedida de esta clase de drama, de hecho, incluso se hace una apología bastante clara del mismo. Fijaos en las canciones; la inmensa mayoría están incluidas, por su temática, en una de dos categorías básicas: el amor y el despecho. Con demasiada frecuencia, el amor concebido como dependencia emocional y por tanto adicción, y el despecho interpretado como la autocompasión y el rencor hacia el otro que, por su crueldad al no corresponder a nuestras expectativas, nos hace daño… Analizando esto fríamente, resulta sorprendente cómo estos venenos están contaminando constantemente, a través de nuestro subconsciente distraído, el concepto de la relación hombre–mujer, que personalmente prefiero concebir como fuente de alegría, así como enriquecimiento y cautivación recíproca, más que como origen de tragedia asegurada.
Ten muy en cuenta, no obstante, que muchas mujeres han interiorizado fuertemente esta ambivalencia de pasión y dolor.

A mi modo de ver, cuando en el contexto de una REM comienzan a dejarse ver resquicios del primer drama, normalmente es el momento de poner punto y final con alegría y cordialidad.
No obstante, en el caso de esas chicas especialmente maravillosas (aquellas que, quizás en otro momento de nuestras vidas, habríamos gustado de llamar novias), es posible que merezca la pena combatir esos episodios dramáticos para prolongar –que no eliminar– la natural “fecha de caducidad”, propia de cualquier Relación Estable Múltiple, que mencionara en el artículo predecesor de este.
En esencia, es importante comprender y ser especialmente consciente de que el drama es SIEMPRE una construcción mental y distorsionada de la mente que lo engendra. No perdáis el tiempo en buscar hechos objetivos que lo definan o justifiquen, ni siquiera como vía para tratar de aplacarlo o diluirlo, porque no funcionará. El ser humano es por naturaleza subjetivo, y para ella la realidad es su interpretación, los hechos como tal no existen; por tanto, entenderéis ahora que, por extraño que parezca debido a la carga emocional que conlleva, el drama no es más que un Juego de Marcos.
Su realidad es ahora tormentosa, incómoda, puede que incluso dolorosa, y así te la presentará. En la mayoría de los casos, los hombres reaccionan ante esta situación pretendiendo convencer a una mujer, que ahora se identifica con un alma torturada, de que su reacción es desmedida o exagerada. Al hacer esto, estamos asumiendo que la realidad calamitosa que ella nos demuestra, esos hechos interpretados a través de un filtro trágico, es tal cual la describe. Podría decirse que hemos aceptado ese Marco, y esto es un ERROR.

He aprendido que, para que una relación no exclusiva salga airosa de estas embestidas, es preciso atender a dos normas fundamentales:
La primera es no legitimar jamás el drama. No debemos admitir que existe, así de sencillo; pero cuidado, la aplicación de este precepto no se traduce en intentar negar con tozudez los planteamientos de nuestra querida compañera, NO, se trata de ser completamente conscientes de que el drama es una perspectiva construida por el ego temeroso y, sabiendo esto, no reaccionar ante él ni participar del mismo.
En el momento en que surge un estado de negatividad –del tipo que sea– y tratamos de debatir sobre las circunstancias, en lugar de hacerlo sobre los sentimientos, acabamos de dar al episodio dramático toda la credibilidad que necesita para retroalimentarse.
En lugar de eso, mantén el desenfado. Escúchala y muéstrate comprensivo con sus sentimientos, pero no los compartas. Debes ser suave, empático, y conducirla hacia tu realidad, mucho más feliz e higiénica, sin enfrentarte ni oponerte directamente al drama.
Escúchala, permite que hable y no discutas… Ya comentábamos, al principio del artículo, en qué consiste una discusión y cómo termina.

El segundo paso es ofrecer ahora nuestra interpretación, nuestra realidad, nuestra perspectiva.
Voy a contaros a continuación en qué consiste mi concepción de lo que es una Relación Estable Múltiple, y este es por tanto el Marco que exhibo:
<< ¿Por qué necesitamos poner nombre a lo que estamos viviendo? Tú (la chica) eres mucho más de lo que puedo catalogar con una simple etiqueta. Las etiquetas únicamente existen en el tiempo y sirven para construirnos una identidad, una historia en la que apoyarnos y crear dependencias emocionales. No, a mi me alucinas aquí y ahora, y no necesito ponerle nombre, ¡no podría ponerle un nombre! ¿Qué somos ahora? Puedes bautizarlo como quieras: novios, amantes, amigos… Pero yo abogo por vivir el momento y disfrutar sin pensar en cómo será mañana o pasado. No deseo forjar contigo una cadena de aislamiento y de dependencia, no quiero que estemos juntos porque “somos novios”. Quiero que estemos juntos porque, día tras día, te elijo desde la abundancia, de entre todas mis opciones, te escojo a ti, y deseo que tú tengas la libertad de hacer lo mismo, día tras día >>
Esto no es material enlatado (y tener que hacer esta advertencia, mis ingenuos cazadores de rutinas, me entristece). Se trata de una breve descripción a modo de boceto para que entendáis qué clase de marco intento instaurar con mis REM; si descubro que alguien lo vomita a modo de enlatado, prometo que lo perseguiré, lo encontraré y lo mataré…

Existe otra forma de esquivar el drama algo más aparatosa pero tremendamente eficaz.
Teniendo en cuenta los orígenes de estas exaltaciones funestas y egóticas, así como la innegable necesidad que como seres humanos tenemos de ella, lo cierto es que frente al drama de nuestra REM con frecuencia resultará especialmente útil ofrecer un drama distinto sustentado en alguna imposibilidad hacia el noviazgo, procedente de nuestra situación en lugar de la suya, que contrarreste el que ella nos ofrece en ese choque de realidades. Sigue habiendo drama, pero ahora es distinto; es algo muy parecido al uso de la Barrera durante una interacción, y del mismo modo pertenece en esencia al Juego de Marcos (al igual que obviamos sus barreras poniendo nosotros las nuestras y, por tanto, haciendo ver que si la relación no prosigue se debe a nuestros impedimentos y no los de la preciosa muchacha que estamos seduciendo, recurrir nosotros a ciertos tintes dramáticos obra el mismo efecto en estos casos). Sin embargo, no deseo extenderme demasiado en este punto por ahora, puesto que es una técnica complicada y difícil de manejar, que ya tendrá su protagonismo en futuros textos.

En resumen, cuando asistamos al nacimiento del drama, la clave para diluirlo es no reaccionar y mantener una actitud positiva, jamás contagiarse ni expresar negatividad alguna. A continuación, ofrecer la propia perspectiva y conducir así suavemente a nuestra interlocutora, con frecuencia haciendo uso de la empatía y la cualificación.
No des credibilidad a la perspectiva trágica.

Antes de poner punto y final al artículo, quisiera hacer mención a algo que llamó hace nada mi atención, provocándome como mínimo una sonrisa divertida.
Era más tarde de lo que desearía para disfrutar de una cena rápida en la cocina de mi casa. Mientras comía, la casualidad quiso que un canal elegido al azar me mostrase en aquellos fugaces minutos una curiosa escena, muy apropiada para el texto (el que ahora lees) que tenía entre manos, casi a punto.
Esta, pertenecía a la interminable pero todavía exitosa serie española titulada Cuéntame Cómo Pasó, y en ella un muchacho reprochaba incómodo a la jovencita que lo acompañaba el que su relación no fuera bautizada como un noviazgo convencional.
En apenas un par de frases bien escogidas, ella convierte el desasosiego del drama en puro candor sentimental. Habla de la ponzoña que engendra la dependencia emocional y la identificación con los papeles del ego, algo que ella no desea en su relación; habla de que tenemos los sentimientos aquí y ahora, y que para definir eso no necesitamos un nombre. Todo lo demás son construcciones mentales, y solo existen si nos las creemos.
Os dejo el link, se me antoja una manera fabulosa de terminar el texto: http://www.rtve.es/mediateca/videos/20081205/que-tiene-malo-palabra-novio/355258.shtml?s1=programas&s2=series&s3=cuentame-como-paso

Pese a todo, cuando tenemos acceso a chicas que nos entusiasman de verdad, que nos maravillan, ¿cuánto tiempo podemos resistirnos a una Relación Estable? ¿Hasta cuándo podemos escapar a ese acariciante retiro?
Continuará…

jueves, 20 de noviembre de 2008

Autoadoración

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AUTOADORACIÓN
Henky El Francotirador

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Era la noche de Halloween y mi cuerpo exhausto suplicaba ser entregado al abrazo del sueño reparador.
Haciendo un esfuerzo por alejar de mi cabeza las narcóticas garras del adormecimiento, me incorporé frente al espejo decidido, pese a todo, a salir de casa para disfrutar de la verbena que aquella noche pretendía augurar. Los músculos de mis piernas, entumecidos y congestionados por el entrenamiento de aquel día, protestaron reclamando cual tirano las horas de letargo que los repararía.
No. Había prometido a Cyberian que iría con él a una sala que me entusiasma, mi templo particular…

Ya allí, observaba aún presa de la lasitud como mi amigo desplegaba su Juego alegre, festivo y risueño por toda la sala, cautivándola con su actitud exaltada, jovial y, al mismo tiempo, peligrosamente dotada por una intencionalidad seductora tan magnética como eficaz.
Mi proceder, no obstante, es otro muy distinto. Resulta curioso porque, minutos antes, ambos habíamos disfrutado de un breve debate con nuestro compañero Bufón a este mismo respecto: Ya no realizo juego de sala, decantándome por aguardar a que ELLA, aquella que llama mi atención entre todas las demás, la que verdaderamente me atraiga, haga aparición. Y así fue…
Se trataba de una pequeña preciosidad de cabellos castaños enfundada en un sencillo vestido rosa generosamente escotado, que mostraba unas llamativas redondeces decoradas con purpurina –como parte de un improvisado disfraz de hada– en atractivo contraste a la delgadez de su delicado cuerpecito. Ella, bailaba animadamente junto a sus amigas y amigos, seis en total, ofreciendo al mundo una preciosa sonrisa que en ningún momento de la noche dejó de brillar.

Espléndido. Aquella muchachita –más adelante comprobaría que era mayor que yo– logró despertar en mí los bríos del Juego, que comenzaron a revolotear en mi estómago espoleándome a la acción como una inyección de entusiasmo bastante instintivo.
Pese a que la fatiga limita enormemente mi acometividad y arresto seductor, el momento que describo es el que más disfruto (debo sentirlo para pensar que una apertura merece la pena), y los gestos alegres y a la vez imbuidos por la prudencia de la timidez que aquella chica mostraba encerraba la promesa de un carácter enternecedor, ¿qué mas cosas guardaría solo para los osados? En cuanto al contoneo enajenador de aquel cuerpo curvilíneo…
En aquel momento, sus dos amigas fueron interceptadas por Cyberian y su compañero mientras cruzaban la pisa de baile, quedándose ella inmóvil e indecisa, momentáneamente fuera de la interacción ¡Qué oportuno!

  • “Jajaja, te has quedado paralizada” No recuerdo cual fue el comentario situacional, pero hacía referencia su cómico estado de no saber qué hacer.
    Yo observaba a mis compañeros, dispuesto de tal manera que ofrecía únicamente mi hombro en lugar de hablar de frente; las posturas evasivas son muy poderosas y yo las uso a conciencia. Ella respondió divertida, aunque sobresaltada por mi súbita aparición; empezó a describirme cómo sus amigas habían sido repentinamente asaltadas y capturadas por la desenfadada conversación de mi amigo Cyberian y su secuaz…
  • “¿Sabes? Eres preciosa. Me apetece charlar un rato contigo…” La interrumpí súbitamente girándome hacia ella. Me regaló una sonrisa sorprendida, un tímido gracias y pude observar entonces el magnífico brillo que desprendían sus ojillos. Aunque azorada y asustadiza, ese barniz albergaba un resquicio juguetón. Una combinación más que excitante… Chack, chack, chack, ¿oís el sonido de los engranajes? Comienza el Juego y La Ruega de Henky empieza a girar.

Disfruté enormemente de aquella interacción, dejándome fascinar por esa chica mientras, por otro lado, iba accionando de forma sistemática los distintos recursos cuidadosamente escogidos. A medida que iba pulsando y reorganizando las sutiles hebras que confeccionan lo que yo llamo el Juego de Marcos, jugueteaba con las adictivas virtudes de una tensión sexual cada vez más insostenible deleitándome con cada característica que me permitiera Cualificar de forma completamente genuina.

  • “¡Qué astuta! Eres una seductora y me has seducido” Hace apenas unos meses, aquella chica tan encantadora había abandonado una relación de siete años, sintiéndose según decía, torpe e impresionable en cuanto a las relaciones hombre-mujer se refiere.
  • “Eres tú, que te dejas seducir” Su respuesta, armada con una cadencia acariciante en esa voz llena de picardía, me encantó. Si, eso es justo lo que hago, dejarme seducir en un proceso de cautivación completamente recíproco (Sedúcete a ti mismo y Déjate Seducir).

No es mi intención describir todo el coloquio (lamento si en algún momento habéis pensado que esto era un reporte de campo).
Aquella seducción estuvo muy lejos de ser fácil y, sin embargo, me permití saborearla casi tanto como los besos de aquella preciosidad, o los delirantes placeres que compartimos esa misma noche, empapados en una sensual vorágine de voluptuosidad salpicada por una extensa colección de parvas resistencias muchísimo más excitantes que desalentadoras.

Una apertura, un cierre… Y un fiuno.

A la mañana siguiente, recibí la llamada de una de mis más bellas REM, una pequeña chica de imagen de cabellos dorados cuya cuidadosa atención por los detalles estéticos y gusto por la ropa descaradamente corta y ajustada la convierte probablemente en una de las chicas más voluptuosas y sugerentes con las que haya tenido el placer de retozar.
Esta, me invitó a merendar en la comodidad de su casa, arropándonos mutuamente en un mullido sofá cama…
Del mismo modo, la tarde del día siguiente la dediqué a una segunda REM, también armada con esos exuberantes reclamos que nos enloquecen, curvas y redondeces, que además cuenta con una personalidad tan tierna y entrañable que logra derretirte.
Ya de regreso a casa el domingo por la noche, demasiado tarde si no estuviera libre de responsabilidades académicas el primer día de la semana que ya despuntaba con su lunes amenazador, tuve la necesidad de pararme a pensar sobre las últimas 72 horas en particular, y sobre la vida que estoy llevando en general.

Si hace algo más de un año me hubieran hablado de mi situación actual, no habría creído la natural indiferencia que muestro hacia este estilo de vida al que parezco haberme acostumbrado. Estoy yaciendo con chicas MUY ATRACTIVAS que me adoran, y cada salida nocturna a buen seguro augura un nuevo cierre.
Me sentí repentinamente embargado por los regalos del ego. Atractivo, deseado, endiosado y tremendamente orgulloso, y entonces la vi, fui testigo de su ponzoñosa presencia… ahí estaba la AUTOADORACIÓN.

Lo que voy a expresar a continuación tiene mucho que ver con la insaciable etiqueta egótica que describí en el artículo La Identidad del Seductor, sin embargo, es una forma muy distinta de expresión del ego, más sutil. Aunque logres evitar ajustarte a un papel y no sientas la necesidad de mantenerlo vivo, de cara a la galería y a ti mismo alimentándolo con los pequeños triunfos que perpetúen su sentido de realidad, eso no impide necesariamente que caigas en un entendimiento de idolatría hacia tu propia persona o, más bien, hacia el ego temporal que se cuelgue las medallas de unos determinados logros como lo son hoy en día acostarse con una mujer atractiva.

Creo que el motivo por el que la autoadoración puede cobrar forma en la mente de un seductor exitoso con relativa facilidad, atisbos de narcisismo mucho más frecuente que en cualquier otra disciplina, nace de la general aceptación social y subliminal de que el valor personal de un hombre se extrapola directamente de su éxito con las mujeres.
Así, si tú tienes éxito y, además, reconocimiento y validación ajena, nace en ti un incipiente sentimiento de autoadoración disfrazado de autoestima, pero con un componente autodestructivo y bastante tiránico a menudo difícil de localizar o desenmascarar.
¿Estoy pecando de paranoico? ¿Es la natural necesidad dramática del ego humano la que me lleva a buscar desajustes donde solo cabe disfrutar? No lo creo.
Sin ir más lejos, hace apenas una semana tuve el placer de coincidir con viejos amigos a los que veo mucho menos de lo que me gustaría. Uno de ellos, se apresuró a contarme orgulloso que se había acostado con una chica animado por la embriaguez, ¿pero cuando fue la última vez? ¿Hace cinco o seis meses?
Otro, nada más llegar decidió narrarme acuciado como había mantenido una interacción con una chica “pibón” –como él la designaba– supongo regodeándose en su propia valentía necesaria para abordarla y, presumo, la destreza para lograr prolongar algo la conversación. Simplemente había hablado con ella, ¡oh proeza!
No les conté que tengo dos novias preciosas, no les hablé de mi fiuno de la semana pasada ni opté por relatarles ninguno de los cierres y aventuras que hubiera cosechado a lo largo de estos últimos meses… Pero confieso que fue una tentación importante.

Los hombres se refieren a sus éxitos con el sexo opuesto a modo de tarjeta de presentación, anécdotas que todos estamos deseando contar porque nos validan, especialmente si somos seductores con un sentimiento de autoadoración cada vez más inflado.
¿Tienes tendencia a hablar de ti mismo? Cuando realizas un cierre, ¿sientes un imperioso deseo de contarlo? ¿De correr a los foros y escribir tu reporte de campo? ¿De que todo el mundo lo sepa?
Esto se corresponde con un comportamiento en cierta medida histriónico del que todos solemos pecar, pero claro, si tengo tanto éxito con mujeres embelesadoras y llamativas, es que debo ser genial y por tanto admirable.
Amigos míos, bajémonos de la parra.
No soy ni mejor ni peor por el hecho de conquistar a una mujer, por muy bonita que esta sea. Sin embargo, es natural que si estoy dedicando mis esfuerzos a crecer y perfeccionarme en el manejo de esta disciplina, las artes de la seducción, sea capaz de progresar y cosechar resultados cada vez mayores. Lógico, puesto que estoy volcando en ello tiempo, esfuerzo y entusiasmo.
Lo que parece diferenciarme de la mayoría de los hombres no es sino que estos desconocen que las habilidades precisas para conquistar a una fémina son entrenables, o no cuentan con el coraje necesario para atreverse a descubrirse a sí mismos como torpes en este ámbito que es taaaaaaaan importante para revindicarnos como tíos socialmente valiosos y aceptados. Pero claro, lanzarse al ruedo a ponernos a prueba y desarrollar nuestros talentos implica sucesivas caídas, poniendo en evidencia la ineptitud del practicante, algo que el orgullo masculino no siempre está dispuesto a aceptar.
Supongo que esto es lo ÚNICO que te hace grandioso –y no es poco–, amigo seductor. Pero si practico y entreno, es lógico que las pericias objeto de mis ensayos experimenten un evidente desarrollo.

Quizás solo los más experimentados, aquellos que le han visto las orejas al lobo de la autoadoración, sean capaces de identificar dicho sentimiento o empatizar con las situaciones que describo.
Por otra parte, muchos de aquellos que se inician en el mundo de la seducción lo hacen en busca precisamente de la autoadoración, a menudo el paso que sigue a la identificación como Artista Venusiano ¿Por qué? Porque lo confundimos con una profunda autoestima, pero mientras que esta última consiste en la aceptación de uno mismo e implica quererse y valorarse con la correspondiente comodidad y seguridad, la autoadoración funciona como un cuchillo de doble filo; cuanto más infles tu propio sentido de narcisismo, más te limitará de cara a correr un riesgo –con la correspondiente posibilidad de decepcionarte a ti mismo– y más validación y atención necesitarás del exterior.
“Tengo que cerrar”, “tengo que ser el centro de atención del grupo”, “tengo que ser reconocido” ¿Os suena a alguno?
Para aquellos que dan sus primeros pasos por estos caminos tan fascinantes y enriquecedores, sabed que el mundo de la seducción os servirá para desarrollar vuestras habilidades sociales y percepciones, ayudaros a desviar la atención hacia el crecimiento personal y valores internos como autoestima, confianza, visión positiva del mundo y todo aquello que llamamos Juego Interno, y, principalmente, os permitirá disfrutar de ELLAS incondicionalmente. Si por el contrario o a pesar de ello lo que buscáis es la adoración y autoadoración que os fue negada en el pasado, os invito a que lo reconsideréis.

Dejarse llevar e incluso perseguir cierto nivel de narcisismo conlleva varios inconvenientes nada deseables. Entre otros se encuentra un implacable sentimiento de importancia y lógica expectativa de ser admirados, concepción de ser únicos –acompañado por la creencia de que solo se puede ser comprendido por gente del mismo nivel–, arrogancia y pretensión que justifica el cotizado trato de favor, fantasías de poder, éxito y genialidad, así como envidia hacia los demás –o la creencia de que se es envidiado– nacida de una gran competitividad.
De hecho, el narcisismo es un trastorno descrito en psicología que afecta al 1% de la población (más frecuente en varones), a menudo acompañado en parte por el trastorno histriónico, que implica incomodidad en aquellas situaciones en que el sujeto no es el centro de atención y un comportamiento provocador o seductor inapropiado (teniendo en cuenta el tema que nos ocupa, es curioso que se utilice esta palabra para describir los signos, ¿verdad?).
¡Por favor que nadie me malinterprete! No quiero decir que todos los que nos adentramos en este mundillo acabemos enloqueciendo, al contrario, abogo por la mejora interna y personal de la mano del desarrollo de nuestras habilidades más técnicas. Es por esto que deseo levantar una pequeña señal de peligro, si comienzan a surgir frustraciones e incomodidades coexistentes a tus éxitos reales, cuidado con los matices de la autoadoración y sus condicionantes.
Además, el hecho de considerarnos un maestro nos aleja de la mejora personal al provocar que nos cerremos al aprendizaje. Si nunca admito o acepto una crítica u observación, puesto que tengo la completa certeza de que lo que hago está siendo realizado con absoluta maestría, me habré estancado y sellado las puertas de mi propio desarrollo. No tiene nada que ver con ser influenciable.
En mi caso, nunca he dejado de ser un aprendiz, y espero no dejar de serlo jamás. Recordádmelo si alguna vez lo olvido.

El fin de semana pasado tuve el placer de regresar nuevamente a esa sala que es para mí un templo personal, puesto que reúne todas las condiciones que busco en un local de ocio nocturno.
No tardó en llamar mi atención una preciosa rubia de corta estatura, ataviada con una sugerente minifalda y una blusa tan escotada que convertía a aquella chica en sinónimo de voluptuosidad. Esta pertenecía a un enorme grupo compuesto por dos chicas más y alrededor de siete hombres, los cuales, se turnaban de manera ininterrumpida para hacer comentarios al oído de la que ya se había convertido en mi objetivo de aquella noche. Daba la sensación de que estuvieran compitiendo los unos con los otros, amparados por esa máscara de “somos amigos” que les otorga seguridad para tantear el terreno sin exponerse. Sin embargo resultaba tan, evidente…
Esperé unos minutos aguardando un lapso en el que ninguno de esos chicos estuviera reclamando la atención de la guapísima rubia, no deseaba interrumpir una conversación y complicar mi propia apertura con la inclusión de un magueo. Quiero que mis abordajes sean lo más cómodo posible para la chica. Pronto, tuve mi oportunidad…
Siguiendo el que es ya mi protocolo habitual, La Rueda de Henky comenzó a girar y la interacción parecía avanzar viento en popa pese a la cantidad de barreras y tests de congruencia que aquella mujer blandía.
Como particularidad, os diré que esta fémina alberga en sí un importante rencor hacia el género masculino en general por motivos que no vienen al caso en absoluto, lo cual me permitió aparecer a sus ojos como un tipo verdaderamente diferente y especial. Sin embargo, entre sus reglas dogmáticas e inquebrantables se encontraba no besar jamás a un hombre la misma noche que lo ha conocido.
Me mostré reacio ante su petición de guardar mi número de teléfono. Frente a esta actitud por mi parte, comenzó a cualificarme de lo lindo enumerando todas mis virtudes y regalándome un jugoso elenco de halagos; en verdad aquella preciosidad tenía muchos deseos de que volviéramos a vernos, únicamente necesitaba pagar su tributo a ese factor fulana tan incómodo para muchas. Cedí y nos despedimos (hacía más de una hora que yo debía haberme marchado).

El lunes recibí su primera llamada, y no respondí al teléfono.
¿Por qué? Pues porque después de haberla conocido intuía en ella una peligrosa predisposición al drama que, como REM, no tardaría en aparecer.
Sin embargo, me sentí bastante liviano al desprenderme de esa extraña sensación que me dice que debo aprovechar el sólido Juego que realicé para acostarme con otra chica de tamaño atractivo, de añadir otro triunfo a mi historia, a esa supuesta identidad de seductor.
Recibí dos llamadas más, pero no contesté ninguna. A menudo hago encomio del interés genuino y condicionado como método de seducción, y esto implica que, cuando una actitud no es del todo de tu agrado, descalifiques a la mujer que la ostenta por muy turgentes y apetecibles que se nos antojen sus curvas; esto es el Arte de la Cualificación, y para que de verdad funcione, debe ser AUTÉNTICO.
No existe nada que nos conmine a reafirmar nuestro sentido de autoadoración, y no hay mejor ejercicio para escapar al anhelo de validación, no de una chica sino del mundo, que descalificar a una mujer francamente atractiva [quizás te sorprenda Mr.Bitches pero, si me lees, quiero que sepas que esto lo he aprendido en gran parte de ti, amigo mío]
Si me dedico a adorar a Henky “el francotirador” debido a su efectividad, el día que abra dos o tres sets seguidos sin obtener un cierre me sentiré verdaderamente frustrado.


Vaya, he vuelto a hacerlo. A veces me pongo a golpear los botones de mi viejo teclado y, cuando quiero darme cuenta, ya he vomitado otra sarta de insensateces.
Gracias a todo aquel que haya leído el artículo entero. A vosotros os diré que la autoadoración y las etiquetas están ahí; recomiendo que os libréis de ellas, son amantes traicioneros.

Un abrazo

martes, 4 de noviembre de 2008

Una analogía sobre la constancia

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UNA ANALOGÍA SOBRE LA CONSTANCIA
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Hace algún tiempo publiqué un artículo titulado Constancia: Seguro de Éxito que, para mi satisfacción, tuvo un contundente efecto a la hora de motivar y animar a quien por aquel entonces decidió leerlo.
Como trataba de transmitir en aquel texto, la perspectiva de que, manteniéndote en el camino y avanzando inexorablemente, aún cuando este se vuelva escabroso y difícil, siempre acabarás por llegar hasta tu objetivo, nos confiere esa seguridad que relaja nuestras psiques al tiempo que insufla en nuestros corazones cansados un aliento renovado.
No importa cuantas veces caigamos, siempre que seamos capaces de alzarnos nuevamente y reanudar la marcha. Aún exentos de virtud alguna que pueda suponernos una ventaja, únicamente a través de la decisión y la constancia lograremos aquello que nos propongamos, antes o después, pero llegará con toda seguridad.

No hace mucho mantenía una interesante charla con un conocido que nada tiene que ver con las artes de la seducción.
Este, como yo firme creyente en el poder que otorga la intención, cuenta entre sus talentos con dos de las mayores virtudes que a mi modo de ver un hombre puede albergar: decisión y valor en sus proyectos, y constancia para llevarlos a término.
Departiendo animadamente frente a la parada de autobuses, veíamos llegar y marcharse los largos vehículos rojos uno tras otro, dejándolos ir a fin de conceder al interesante debate un último puñado de minutos.
Entre los anhelos de mi contertulio estaba la independencia económica –no me cabe la más mínima duda de que lo conseguirá muy pronto–, en mi caso, es la búsqueda de la independencia emocional lo que me preocupa, un estado de ánimo y confianza independiente del exterior y su naturaleza cíclica.
Hablábamos de diversas perspectivas, del tiempo y el ahora, de una filosofía válida con la que afrontar la vida. A lo largo de nuestra conversación, aquel chico me regaló una analogía tremendamente gráfica y, para mí, reveladora.
Tal es la naturaleza de las metáforas. Creo que, de alguna manera, al estimular nuestra imaginación, necesaria para la evocación de la historia, logra una conexión empática con sus protagonistas artífice de esa esclarecedora lección que queda grabada en nuestra cabeza de forma mucho más profunda que la lograda a través de una larga y tediosa disertación.
El paralelismo era más o menos así:

Con motivo de las fiestas navideñas, la popular Plaza Mayor madrileña se encuentra completamente atestada de gente.
Mientras tu mujer dispone todo lo necesario para la comida del mediodía, incluyendo la preparación de un delicioso guiso, tú disfrutas del ajetreado ambiente que se vive en aquella plaza, sumergido en un mar de cuerpos junto a tu pequeña hija de apenas seis años. Sin embargo, el caprichoso azar provoca que, aturdido entre la muchedumbre, pierdas de vista a la chiquilla… ¡Oh infortunio!
Desesperado, te abres paso a través el gentío sumido en la búsqueda infructuosa de aquel diminuto cuerpo infantil, difícil de localizar entre las miles de personas que atestan la Plaza Mayor celebrando las natividades.
Continúas tu rastreo, aquí y allá, preguntando incluso a algunos viandantes por si hubieran visto a tu querida y desamparada hija… Finalmente, pasadas un par de horas, abandonas el zoco y, con él, la búsqueda.
Sorprendido, uno de los hombres a los que preguntaras increpa tal comportamiento viendo incrédulo como tu figura se aleja con la tranquilidad de espíritu que otorga la rendición “¿Eso es todo, no va usted a seguir buscando a su hija?” pregunta.
Lo has intentado. Has buscado lo que querías, has hablado con diversas personas para tratar de conseguirlo y has dedicado parte de tu tiempo a tales pesquisas, pero no ha sido suficiente. Pese a tu intento has fracasado, te rindes… Absurdo, ¿no es cierto?
Si tu hija se extravía en un lugar abarrotado dedicarás todos tus esfuerzos a su búsqueda, y no abandonarás el lugar hasta que la hayas encontrado. Hablarás con tantas personas como sea necesario; quizás una de ellas te diga que ha subido a un coche marchándose en una determinada dirección, ¿no tienes dinero para un taxi? Eso no te detendrá, conseguirás el efectivo necesario de alguna manera y continuarás el rastreo de tu pequeña, pero no te rendirás NUNCA. Dar por perdida a la niña no es una opción, harás lo que tengas que hacer.

Este último proceder resulta más lógico, ¿no es así? Sin embargo, la gente opta por la primera actitud constantemente.
Haberlo intentado parece reforzar la idea de que los anhelos en cuestión se escapan a nuestras humildes posibilidades, pues la tentativa infructuosa que lleváramos a cabo es prueba de ello. Saber que somos incapaces de algo relaja nuestros espíritus por naturaleza inquietos y, de la misma manera, nos abandona al impulso de la mediocridad, ¿pero qué vamos a hacerle si ya lo hemos intentando?
Claro que NO, intentarlo no es suficiente, lo que debemos hacer es lograr nuestros objetivos. Nadie dijo que fuera fácil ni rápido, pensar de esta manera sería una ingenuidad, sin embargo, a mi modo de ver, cuando algo nos merece la pena tendremos que afrontar la marcha con todas sus consecuencias, y no tirar la toalla ante el primer tropiezo doloroso o el primer accidente escabroso que se presente en mitad del camino entorpeciendo nuestros avances.
Como cuando una hija se nos pierde en plena Plaza Mayor abarrotada, el fracaso definitivo no es una opción.

Si somos constantes, el éxito de nuestra empresa estará asegurado en el tiempo. Pero, ¿a qué precio?
Mi admirado Dale Carnegie recomienda que, como un disciplinado jugador de casino, debemos poner un “tope de pérdida” a nuestras preocupaciones. Esto, aplicado a un plan o proyecto, quiere decir que haremos bien en partir con una idea clara de lo que estaremos dispuestos a padecer o soportar para completarlo; dicho de otra manera, el precio máximo que consentiremos en pagar.
Así como el buen jugador se retira de la ruleta cuando ha perdido cierta cantidad fijada de antemano –al margen de apreciaciones subjetivas sobre el momento idóneo para apostar o los giros de su propia suerte– es posible que los derroteros que conducen hasta nuestros objetivos sean demasiado accidentados y ladinos como para merecer la pena. Si piensas eso, fin de la historia, tomada tu decisión ya no existe cabida para las preocupaciones; sin embargo, mientras dicho tope de pérdida aún no haya sido rebasado, no existe excusa para detenerse o lamentarse. Sigue avanzando frente a las inclemencias o, si estas se te antojan intolerables, apártate del camino, pero no destruyas tus ánimos deteniéndote en plena ventisca para maldecir tu suerte a causa la cortina de agua que dificulta tu marcha. Haberlo intentado solo es una excusa que justifica arrojar la toalla cuando los contras alcanzan ese listón que, para nosotros, supera los jugosos regalos que nos aguardan al final de este trazado.

Es aquí donde encontramos los dos parámetros determinantes del potencial que conducirá al éxito del individuo destacado, ambición y valor, raras perlas que personalmente gustaría mucho de poder contar entre mis haberes.
Resulta curioso cómo, sin ningún pudor, me dispongo ahora a poner en entredicho la supuesta sabiduría dogmática que se les atribuye a ese conjunto de enseñanzas dotadas de rima que siempre hemos considerado como fuente de poderosas verdades: los refranes populares, tan alegremente blandidos por el colectivo más redicho.
Más vale pájaro en mano que ciento volando”, es una invitación a la resignación que nos insta a no arriesgar nada en pos de nuestras aspiraciones, apología de la cobardía y la necesidad. En el argot particular del seductor, este aforismo viene a pretender que quedemos confinados en la archiconocida y renombrada, aunque pocas veces enfrentada, zona de confort.
La avaricia rompe el saco”. “Avaricia” es una palabra acompañada por una intensa carga negativa asociada a la mezquindad y el egoísmo (sospecho, placebo para obtener una comparación positiva que calme nuestros egos frente a alguien más rico que nosotros, y no estoy hablando necesariamente de dinero); sin embargo, probemos a sustituir dicho término por “ambición”, mucho más higiénico y vinculado a los anhelos esperanzadores, que sin embargo figura como sinónimo del término anterior en el diccionario ¿Es peligroso o detestable ser ambicioso? Siempre que no nos carguemos de expectativas peligrosas ni construyamos una identidad egótica alrededor de nuestros logros -¿eres de esos que tienen una necesidad imperiosa por contar sus triunfos a todo el mundo?-, ese inconformismo y natural deseo de mejora es el que diferencia a las personas excepcionales y grandiosas de los mediocres que conformamos el grueso de la población.
Mi admiración para quien tenga el valor de liberar su pájaro con intención de aferrar cien más, y para todo aquel que llene hasta rebosar su saco de ilusiones cumplidas.
Esto, apunto, no está reñido con la aceptación (condición necesaria y suficiente en sí misma para la felicidad del hombre), pues el deseo sin expectativa no implica dolor ni sufrimiento.

¿Por qué tratamos de convencernos de que resulta más provechoso confundirnos entre la medianía y el adocenamiento que arriesgarnos a cometer nuestros propios errores?
Todos conocemos la respuesta: el temor a destacar negativamente como “peores que” o especialmente torpes e ineptos. Y si, es cierto que serán precisas grandes dosis de valentía para ser capaz de apartar el ego propio y exponerse al tropiezo asegurado en los primeros pasos. Quizás los que os miran desde la grada, inmóviles en sus anodinas butacas, puedan reírse y gusten de compararse con vosotros, pero os levantaréis y continuaréis avanzando… Pronto, aquellos os verán en la lejanía de la cumbre que habéis conseguido escalar con constancia y su perspectiva cambiará ¿Criticas? Las críticas son halagos ocultos, pues nadie intenta desprestigiar a quien no merece atención, otra enseñanza del brillante Dale Carnegie.
Cuando leí por vez primera las palabras de Friedrich Nietzsche, “eso que no nos mata, nos hace más fuerte”, estas quedaron grabadas en mi mente confundida y, aún hoy, reverberan a diario en mis oídos invitándome a la acción y acallando al ego, temeroso ante el riesgo y la pérdida de la compostura, preocupado siempre por las opiniones ajenas.

En definitiva. Fijado un objetivo, no concibamos la derrota como una posibilidad, pues solo competimos con nosotros mismos cuando andamos en pos de la mejora personal.
Recurriré nuevamente ahora a un símil meteorológico, pues resulta innegable que las enseñanzas que se nos ofrecen implícitas en historias o alusiones gráficas quedan grabadas con mayor tino en nuestras psiques.
La naturaleza de todo es crecer para luego marchitarse y morir, así ocurrirá siempre, pues la noche sigue al día y, del mismo modo, el día sigue a la noche. Con esto quiero decir que, cuando las cosas vayan mal, alégrate considerándolo como promesa irrefutable de que todo va a mejorar, forjadas las cenizas que abonan un nuevo florecimiento.
“Bueno” y “malo” son solo palabras (me encanta el término usado por los economistas, “crecimiento negativo”, para designar una etapa de pérdidas). Por tanto, como repitiera el actor Brandon Lee (interpretando al personaje Eric Draven) en uno de los largometrajes de El Cuervo: “no llueve eternamente”.
Recordémoslo cuando las nubes tormentosas oscurezcan el cielo y los truenos auguren un buen chaparrón… No llueve eternamente…

Nada en el mundo sustituye a la constancia.

El talento no la sustituye, pues nada es más corriente que los inteligentes frustrados.

El genio tampoco, ya que resulta tópico el caso de los genios ignorados.

Ni siquiera la educación sustituye a la constancia, pues el mundo está lleno de fracasados bien educados.

Solamente la constancia y la decisión lo consiguen todo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Chicas, chicas, chicas... Las Relaciones Estables Múltiples I

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CHICAS, CHICAS, CHICAS...
LAS RELACIONES ESTABLES MÚLTIPLES I


La primera vez que supe de esta modalidad de relación, la REM, fue leyendo la archiconocida historia que Neil Strauss nos narraba en El Método.
Hasta entonces, ni siquiera me había planteado que fuera admisible mantener más de una relación estable al mismo tiempo, disfrutando así las ventajas de un noviazgo sin limitar el estímulo de la novedad y el cultivo de las artes seductivas por la exclusividad. Por supuesto que no estaba pensando en las llamadas desde siempre “follamigas” por el argot castellano más libertino, cuyo único propósito de la relación es el disfrute recíproco de sesiones sexuales aisladas al más puro estilo consolador. No. Al parecer era una opción disfrutar de la conexión genuina e implicación que nos ofrece una novia –al menos hasta cierto punto– sin que nuestros escarceos amatorios quedasen vedados por el compromiso. Y a aquello lo llamaban REM o, al menos, esta fue la idea que me hice de lo que aquel término pretendía describir.
Un vislumbre demasiado atractivo para un amante de la mujer que, ilusionado, comenzaba a descubrir los secretos de la seducción. La promesa de un estilo de vida fascinante…

Con el desarrollo de mis habilidades, no tardé demasiado en aglutinar relaciones al tiempo que luchaba por consolidar nuevos cierres. Tuve un considerable número de REMs a lo largo de todo un año, llegando a contar con cuatro de ellas en el momento de mayor simultaneidad. De ellas aprendí mucho a todos los niveles y, hoy, puedo hacer esta reflexión como resultado de todo aquello.

Hace algunas semanas llamó mi atención la consulta que realizaba un muchacho, reciente descubridor de las Artes Venusianas. Este, sumergido en lo que parecía una sólida relación estable, se mostraba dubitativo ante la aparición en su vida de una mujer nueva con gran interés hacia él.
Aquel chico decía ser emocionalmente inestable y necesitar una mujer a su lado; debido a esto, se alejaría de su nueva pretendiente y permanecería con su actual pareja, a pesar de que la primera lo atraía y estimulaba mucho más. En sus propias palabras, “no quería arriesgarse”.
Rápidamente, acudieron a mi mente los nombres de un significativo número de viejos amigos de la infancia los cuales, atormentados por una exacerbada mentalidad de escasez y escasos de autoestima en las relaciones con mujeres, habían decidido “conformarse” con aquella que primero mostró en ellos cierto interés, sumergiéndose así de cabeza en una relación poco satisfactoria.
Pero lejos de pretender ver únicamente la viga en el ojo ajeno, confieso que, del mismo modo, pude recordar lo deprimente que habían resultado para mí los domingos, un día en el que acostumbraba a lamentar como la promesa del fin de semana se escapaba entre mis dedos al tiempo que la sombra amenazante del regreso a la rutina estudiantil me desanimaba considerablemente.
Aquellos días anhelaba profundamente la compañía femenina que no tenía y, pese a haberme preocupado ahora por invertir las tardes de domingo con las diversas REM que había tenido ocasión de procurarme, por aquel entonces seguía notando cierta sensación depresiva aunque distrajera mi mente con ellas… Suponía, y no me equivocaba, que de volver a enfrentarme a una de estas soledades dominicales, volvería a sentirme mal.
Habiendo podido solventar esto hoy en día, comprendí dónde radicaba exactamente el porqué de ese cambio tan higiénico a nivel interior.

Muchos hombres arriban la Comunidad queriendo llenar con mujeres –una o varias– un vacío en su autoestima.
Esto no es extraño ni reprochable, pues es un anhelo insaciable, la búsqueda de la autoestima y el deseo de grandeza e importancia, que forma parte innegable de la naturaleza humana –dicho sea de paso, aquel que logre desarrollar la destreza para regalar con suficiente tino este vacío en su prójimo, no tardará en convertirse en un carismático líder–. Sin embargo, es peligroso, pues esa sensación de bienestar no dependerá completamente de ellos y, como una droga de naturaleza egótica, cuando falte azotará nuestras psiques con la rabia de mil soles.
Del mismo modo y atendiendo un sentido práctico, el hecho de necesitar una mujer (o más de una), además de resultar lesivo a nivel interno, con el consiguiente riesgo de sufrir la ponzoña emocional, hace trizas el marco que da fuerza al seductor auténtico, aquel que se aleja de teatros y pantomimas para mostrar una realidad atractiva cultivada por él mismo.
¿Puede entonces una colección de REMs eliminar la mentalidad de escasez y dotarnos de la deseable “no necesidad”? Lo cierto es que sí, pero lo hará de modo transitorio y artificioso, sin procurarnos un cambio real a nivel interno y garantizando un bajón a la exaltación temporal que nos procura el harem que hemos confeccionado.
En realidad, la única manera de interiorizar verdaderamente la “no necesidad” no radica en conquistar muchas mujeres y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces, sino en aprender a no necesitar una mujer en nuestras vidas.

También he podido comprobar que las REM, por unos u otros motivos, rara vez duran demasiado. La naturaleza femenina las enfrenta bastante con el concepto de relación múltiple, puesto que siempre tenderán a desear un compromiso estable y exclusivo con el chico que ha logrado deslumbrarlas.
La perspectiva de compartirlo no está a la larga entre sus opciones y, más tarde o más temprano, se verán en la tesitura de exigir un compromiso total o, a su pesar, buscarlo apenadas en otra parte. Ellas desean un novio.
De hecho, lidiar con esa “fecha de caducidad” fue materia de reflexión para mí durante meses, y lograr ampliarla resulta de gestionar el correcto equilibrio entre rozar su corazón sin llegar a enamorarla del todo –de lo contrario, el drama y el temor al sufrimiento desembocarán en el fin de la relación–. Todavía recuerdo cuando, no hace demasiado tiempo, una chica se despedía de mí en el portal de su casa…
“Nunca te olvidaré” decía con los ojos humedecidos.
“Lo sé” respondí con una sonrisa conciliadora después de besar su mejilla.
Aquella, sensible e impresionable, decía estar enamorándose a pasos agigantados, y no soportaba la idea de que yo estuviera con otras mujeres. Drama… No me opuse pues, aunque valoraba la relación –de otro modo jamás la hubiera iniciado– tenía demasiadas REM y empezaban a desbordarme. Lo cierto es que, al menos para mí, resulta en extremo difícil mantener más de dos relaciones estables múltiples buenas y satisfactorias de manera simultánea, con el nivel de implicación que deseo ofrecer y recibir de forma recíproca.

En cualquier caso, no llegar a tenerte del todo actúa, durante algún tiempo, como un potente incentivo para una mujer, motivada a luchar por lo que considera un deseable reto.
Lo cierto es que las REM dan congruencia a un particular estilo de vida, uno que muchos de nosotros abrazamos. Adoro a la mujer y deseo profundizar a nivel sentimental con ella, no podría ser para mí de otro modo –sinceramente, el cariño anónimo y el sexo impersonal a largo tiempo que empezaron a resultarme bastante insulsos–, sin embargo, no advierto que este sea el momento de iniciar una relación exclusiva. Curiosa dicotomía que, en ocasiones, me lleva a pensar que la perspectiva de la REM ha logrado atraparme por completo en la forma de vida que implica. Siempre trato de tomar la precaución de observar para que los árboles no me impidan ver el bosque.

En síntesis. Antes he mencionado que la mentalidad de escasez, así como la necesidad de relaciones, no se superan verdaderamente a través de la acumulación de REMs.
Las relaciones estables múltiples deben existir para el disfrute incondicional de las mismas, no como placebo de seguridad y confianza en uno mismo. Si, por el contrario, insistimos en delegar sobre ellas tales aspectos de nuestro Juego Interno, estos no dependerán de nosotros y, por tanto, transformarán esta clase de relaciones varias en una irremediable urgencia.
La ansiedad y el miedo a la pérdida siempre van de la mano de la necesidad. Por tanto, para ser capaces de regocijarnos genuina y auténticamente en nuestras relaciones estables múltiples sin convertirlas en partes fundamentales de nuestra identidad con el estilo de vida del envidiable playboy, resulta fundamental no utilizarlas como parches que cubran esas perniciosas oquedades en nuestra autoestima ni alimenten la sensación de autoadoración. Permíteme repetir el que considero mensaje de importancia mayúscula a este respecto: En realidad, la única manera de interiorizar verdaderamente la “no necesidad” no radica en conquistar muchas mujeres y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces, sino en aprender a no necesitar una mujer en nuestras vidas.
Claro, resulta sencillo decirlo –pensaréis– pero Henky, ¿cómo diablos se logra?
En mi experiencia, diría que primero es necesario tenerlas, obtener varias relaciones estables múltiples y profundizar en ellas.
A continuación, podemos tomar un poco de perspectiva y observar cómo estas REM afectan a nuestras psiques y, más concretamente, a nuestro Juego Interno. Tratemos de ser lo más desapasionado posible; en mi caso concreto, contar con el cariño absoluto e incondicional de varias chicas de alta puntuación, cincelados cuerpos curvilíneos y personalidad fascinante a la par que para mí cautivadora, tuvo como efecto el consiguiente implemento de no necesidad y un considerable freno a mis interacciones con mujeres desconocidas, principalmente por un aumento aún mayor de mis ya de por sí hinchadas exigencias. En muchas ocasiones, incluso llegué a plantearme el posible inicio de una RE (por otra parte, hoy por hoy pienso que, una REM que jamás hace que te plantees la posible relación exclusiva, aunque sea un poco, no merece demasiado la pena).
Para no hacer mis estados de autoestima dependientes de ninguna chica, yo utilizo una sencilla técnica (advertencia: pese a contar con un magnífico autoconcepto y un Juego Interno envidiable, las espléndidas sensaciones y momentos que obtenemos de compartir tiempo con una REM satisfactoria acrecentará, aún sin darnos cuenta, estos aspectos interiores pudiendo lograr que nos acomodemos. Es como si tuviéramos unas piernas muy fuertes capaces de mantenernos en pie durante largo tiempo, a pesar de los impedimentos externos; entonces, recibimos una sólida mesa y decidimos apoyarnos en ella para estar más cómodos y disfrutar del momento. Si repentinamente nos quitaran dicha superficie, pese a seguir contando con unos potentísimos cuartos traseros, caeríamos o, como mínimo, nos tambalearíamos, salvo que tomáramos la precaución de estar atentos a nuestra estabilidad).
Siempre que me despido de una chica, ya sea una relación estable múltiple (por muy segura y hasta cierto punto formalizada que esta pueda parecer) o una mujer a la que esté tratando de seducir y conquistar, lo hago pensando que no voy a volver a verla nunca más. Esto no solo me sitúa internamente en una posición ventajosa de no expectativa, sino que además contribuye, si se hace bien y con sinceridad (impidiendo que nuestra mente urda planes y experiencias futuras con esa chica en particular), a evitar la comisión de nuestros pilares internos en las relaciones externas.
En cualquier caso, reconozco que, en ocasiones, puede ser difícil poner en marcha esta técnica. Especialmente cuando la implicación emocional aumenta, durante los buenos momentos…

Continuará…

miércoles, 15 de octubre de 2008

¿Por qué escribo?

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¿POR QUÉ ESCRIBO?
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En última instancia, lo que todos deseamos es ser felices.
Es precisamente este anhelo el que nos guía hacia cualquier proyecto, como lo es el caso de la seducción y las artes sociales. Así, mucha gente se adentra en este apasionante mundillo en pos de aquella, la felicidad o realización, aunque aparezca disfrazada de éxito con las mujeres por pretensión de nuestros egos.

No obstante, debemos ser conscientes de que las Artes Venusianas NO van a procurarnos la felicidad, al menos no por mucho tiempo.
El sargeo no va a definirnos ni a salvarnos, y únicamente nos hará más felices actuando como el catalizador que llevó un día nuestra atención a velar por nuestro Juego Interno, la autoestima y la mejora interior, una vez superada y dejada atrás aquella etapa inicial de amor por las técnicas dogmáticas y el material enlatado por la que todos pasamos al principio.
Solo cuando comprendamos que la seducción no es un vehículo para nuestra realización, podremos disfrutar verdaderamente de ella como actividad maravillosa que es en sí misma, aquella que nos acerca a los demás y nos permite disfrutar de ELLAS y su cariño tierno e incondicional, ellas, criaturas maravillosas de naturaleza embriagadora que iluminan nuestro mundo y lo llenan de color.
Podría extenderme mucho sobre este asunto, el propósito del seductor, que constituye el primer y más importante capítulo de mi ensayo, pero no es esa la intención de este artículo.

No soy escritor, y aunque disfruto mucho con dicha actividad, las diversas ocupaciones cotidianas hacen que mis proyectos se ralenticen más de lo que quisiera.
Así, actualmente doy forma a dos bocetos. Uno de ellos es La Rueda de Henky: El Arte de la Cualificación, un texto a través del cual describo todos aquellos aspectos que, a mi modo de ver, nos convierten en eficaces seductores, desde las Distorsiones Internas de mayor toxicidad hasta los aspectos más técnicos que dan nombre a mi protocolo de Juego, pasando por la personalidad, el juego de marcos, y un considerable etc..
Cuando redacto, todo lo que se encuentra revoloteando inquieto en mi cabeza alborotada se deposita, ordenado y fácilmente accesible, en esa biblioteca de proporciones colosales que es nuestro cerebro. Esto me permite plasmar y dar forma a todas mis reflexiones, ideas y herramientas, que dejan de ser nebulosas imprecisas tornándose tangibles y fácilmente aplicables, para así poder repasarlas, reconceptualizarlas, adaptarlas y optimizarlas en combinación sinérgica, con el propósito final de aprehenderlas además de aprenderlas.
Como seductor, necesitas elaborar y refinar tu propio estilo; muchos de vosotros ya lo habéis hecho, dotando de particular eficacia vuestras destrezas. Es a través de la práctica como desarrollamos esa metodología personal, creando y definiendo nuestras propias técnicas y nociones, reglando unas y desechando otras. Esta y no otra es la meta de tanta praxis.
Os recomiendo, si disfrutáis plasmando en palabras vuestras propias instrucciones a través de la escritura, la elaboración de un manual de seducción y habilidades sociales vuestro. Contribuirá a aclarar vuestras ideas, ofreciéndoos perspectiva y retrospectiva, así como la posibilidad de compartirlas con vuestros allegados.
Creo que es la mejor forma de aprender de uno mismo.

El segundo ensayo al que dedico mis esfuerzos no está tan íntimamente ligado a la seducción, sino a todas las cosas: seguridad, alegría, autoestima, visión positiva del mundo, motivación… Lo que en nuestro argot particular llamamos Juego Interno, lo más importante para la vida.
Fue a través del cultivo de las Artes Venusianas que desvié mi atención hacia estos menesteres, confiriéndolos una importancia mayúscula e indisociable de cualquier éxito duradero. En realidad, todas las consultas y problemas que leo en la Comunidad podrían solventarse únicamente implementando el Juego Interno; lamentablemente, acostumbramos a buscar primero la solución en la forma, sorprendiéndonos a nosotros mismos cuando se repiten los viejos errores y cunde la desesperanza. A menudo el problema es de base, sustentado en un concepto interno erróneo; para evitar el quebradero de cabeza condicionante, debemos atacar la raíz de nuestro fuero interno.
Como en el caso de mi tratado específico sobre seducción, La Rueda de Henky: El Arte de la Cualificación, mi intención a través de este texto es adaptar y reconceptualizar todas mis técnicas y nociones sobre Juego Interno, algunas de ellas muy filosóficas y espirituales, con una finalidad práctica que sirva como matriz cristalina y sana capaz de albergar nuestras aspiraciones y especulaciones. Sin embargo, Dale Carnegie me enseñó a afrontar la vida en “compartimentos estancos”, centrándome en los menesteres inmediatos y no en proyectos futuros desmedidos, para no verme abrumado y paralizado. Paso a paso con cada cosa… Terminadas mis redacciones sobre seducción (que ya están muy avanzadas), daré forma definitiva a El Juego Interior, en honor al cual bauticé este blog. No tengo ninguna intención de distribuirlos, como ya he dicho, únicamente los elaboro para aprender de mí mismo y trabajar e interiorizar mis propias técnicas y creencias (sin embargo, es inevitable que parte del contenido de ambos vaya colándose a través de esta bitácora).

Sobre Dale Carnegie, me veo en la obligación moral de recomendar a todo ser humano la lectura de sus obras. Resulta tremendamente práctico, y la forma en que transmite sus enseñanzas, doblemente eficaz de cara a la asimilación de las diversas reglas que acostumbra a proponer. Además, su lectura es francamente entretenida.

El motivo de que me decidiera a poner en marcha este blog, abierto para todos vosotros hace apenas una semana, es evitar centrarme únicamente en mis ensayos y poder analizar aspectos de la Comunidad actual y las ideas que me asaltan y sobrevienen en un arrebato de inspiración.
Quiero que este sea mi vínculo con todos vosotros, especialmente ahora que los foros se encuentran de capa caída.
Creo firmemente que todos estamos conectados a nivel esencial, idea que supone un pilar básico a la hora de configurar las técnicas que compondrán El Juego Interior. Así, cuando crezco y comparto ayudo a crecer, todo es un enorme feedback cuando somos verdaderamente recíprocos. Pese a todo, sería hipócrita pretender parecer más altruista de lo que soy. Sin ir más lejos, este artículo es ejemplo de que quizás no pueda evitar ser en ocasiones algo egocentrista, ¡qué para eso es mi blog!
Plasmaré aquí, por tanto, las perspectivas que me surjan al margen del material que tengo en desarrollo, con la doble finalidad de aglutinar así los diferentes artículos que voy pariendo, y de la misma manera digerir mis propias ideas a la vez que contribuyo a motivar e inspirar a otros, a través de retrospectivas propias.

No todo acaba aquí. También me he sumado a un proyecto de coach incentivado por amigos a los que considero entre los más grandes seductores del panorama nacional… Pronto oiréis hablar de esta iniciativa.

Espero que disfrutéis del blog
Un fuerte abrazo

miércoles, 8 de octubre de 2008

Sedúcete a tí mismo y Déjate seducir

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SEDÚCETE A TÍ MISMO Y DÉJATE SEDUCIR


Creo que esta frase resume bastante bien mi manera de entender el proceso seductivo y, de alguna manera, acabó por convertirse en una máxima para mí.

Cuando era pequeño quedó grabado en mi mente el diálogo que dos personajes mantenían en una curiosa escena, perteneciente a una serie fantástica cuyo nombre soy incapaz de recordar. Se trataba de un bardo inexperto que, frustrado, hablaba a otro de mayor experiencia sobre la incapacidad que sentía de cara a cautivar al público con sus historias e interpretación. El más sabio, una mujer joven y hermosa, contestó al novicio que, para gustar, primero debía gustarse a sí mismo. De otro modo, sería imposible agradar a nadie.

Aún enmarcado en un contexto perteneciente a un cuento infantil, nadie podría negar la verdad que encierran estas palabras.

Muchos sargeadores iniciados acuden a los grupos de mujeres con la esperanza de seducirlas. Aún cuando enfoquen esta práctica como un mero entrenamiento, desean descubrir qué deben decir o hacer para cautivar a una chica y, a continuación, adaptarse a ello. A mi modo de ver, es aquí donde se manifiesta el error de planteamiento, puesto que pretender encandilar a otro a menudo desemboca en incertidumbre, incomodidad y toda esa colección de sensaciones desagradables vinculadas a la expectativa.
Es preciso disfrutar de la práctica seductiva, de otro modo, puedes acabar convirtiendo en un tormento una actividad que debería ser concebida como un auténtico placer a todos los niveles, aquella que enriquece tu vida con emociones y anécdotas dignas de recordar ¿Cómo lograr esto si lo que quieres es seducir a otra persona? Este concepto se traduce en nuestro fuero interno, aún cuando no nos demos cuenta, como buscar la aceptación de una chica, aquella a la que se desea seducir.

Si acudes a una mujer con la única intención de seducirla, tendrás importantes probabilidades de fracaso.
En lugar de eso, dejando un momento al margen el juego de marcos, es fundamental SEDUCIRSE A UNO MISMO cuando seducimos. Así, debemos ser nosotros los primeros que queden fascinados por el contenido de nuestras palabras, que vibren.
Si te seduces a ti mismo, transmitirás adictivos cebos emocionales y tu relato resultará fascinante; por el contrario, si la conversación es insulsa, cualquier chica preferirá alejarse de las insípidas crónicas que le ofrece ese desconocido el cual, secretamente, trata de tantear un mejor camino o temática para alcanzar su corazón.
Precisamente, haremos bien en recurrir siempre a contenidos que nos involucren -a nosotros, a ella o a ambos- y que realmente te deslumbren, sobre las que puedas transmitir un sentimiento, pues es básico y fundamental comunicar emociones en una conversación para conducir a tu interlocutora a ese estado en el que es el corazón quien gobierna y no el cerebro.

Al mismo tiempo, DÉJATE SEDUCIR por las características de esa chica, aquellas que la hacen diferente y excepcional, para mostrar un aprecio sincero y genuino por ella… Sí, estoy hablando del Arte de la Cualificación, el pilar básico de mi estrategia personal de Juego.
Permite que sea ella quien te cautive con sus particularidades, dejando volar tu lado más filántropo, en lugar de tratar de cautivarla tú y preguntarte cuál sería la mejor forma de lograrlo. Déjate conquistar por las distintas facetas que componen la personalidad de esa maravillosa criatura que tienes delante, aquellas que a menudo son ignoradas por un hambriento colectivo masculino incapaz de ver más allá de sus curvas y redondeces.

Deléitate a ti mismo a lo largo de cualquier interacción y tu embelesamiento tendrá su reflejo en ella. Será la naturaleza femenina, empática por naturaleza, la que las lleve a libar de esa fuente de fascinación conectada a una realidad tan rica.
En lugar de albergar la intención de sugestionar a quienes te rodean, prueba a liberarte de esa expectativa y disfruta dejándote seducir y seduciéndote a ti mismo.

El mundo es un reflejo de nuestra realidad interna. La mejor manera de seducir a una chica es disfrutar seduciéndose uno mismo.


No creo ser capaz de concebir una chica más atractiva que la que aparece en la foto
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sábado, 27 de septiembre de 2008

Adiós, compañero...

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ADIÓS, COMPAÑERO...
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Esta fue la respuesta que di al artículo de un compañero, el cual anunciaba el final de su etapa como jugador. En su opinión, dentro de la Comunidad existe una analogía con el juego que nos sitúa en tesituras competitivas pudiendo enfrentarnos a la ansiedad creada por el deseo de “ganar”; extrapolaba también esta reflexión a cómo la sociedad nos impulsa, como hombres que somos, a la necesidad de demostrar nuestra valía personal a través del éxito que logremos con las mujeres.
Me sorprendió la visión que mi apreciado compañero tenía de todo esto, a raíz de lo cual redacté esta reflexión a modo de respuesta el día 22-09-08. Dado que encierra gran parte de mi filosofía, he decidido incluirla aquí.



Las aves necesitan volar.
Si atrapas una y la encierras en una pequeña jaula donde apenas le sea posible desplegar sus alas, habrás privado al ave de una de sus facetas más esenciales. Le faltará algo fundamental, y estará triste… estará frustrada.

No somos aves y, sin embargo, como seres humanos hay para nosotros aspectos tan fundamentales como lo es surcar el cielo para una de ellas.
Los hombres somos gregarios por naturaleza. Está entre nuestras necesidades esenciales relacionarnos unos con otros y, por supuesto, hacerlo con las mujeres. Además, algunos las amamos verdaderamente y, para nosotros, su compañía es una auténtica delicia y el estudio de las artes a través de las cuales cautivar sus corazones, un placer del que disfrutar enormemente.
Dada nuestra naturaleza social, si no cultivamos estos aspectos, si no nos relacionamos, sentiremos un vacío, parecido al que siente ese ave encerrada al que hemos privado del vuelo.

Siempre he disfrutado del deporte. Desde pequeñito, bajaba todos los días al parque que hay frente a mi casa y corría con mis amigos imaginando mil y una historias de las que éramos protagonistas. Crecí y comencé a jugar al fútbol, artes marciales, gimnasia… más tarde me aficioné a las pesas y, de manera habitual, entreno mi cuerpo cultivando mis aspectos físicos.
Del mismo modo, llevo toda la vida estudiando y, aún hoy, me peleo ilusionado con los últimos cursos de mi dura carrera universitaria.
Como ser humano, trabajo mi cuerpo y mi mente… Y creo que son precisamente estas disciplinas, las artes del carisma, el desarrollo de tus habilidades sociales y, si, también la seducción, las que cubren el tercer aspecto que hacen de mí un ser humano más completo en todas las facetas esenciales. De este modo, avanzo, o al menos trato de hacerlo, en todos los frentes.

A mi modo de ver, en tu mano está enfocar todo esto como algo que te aprisione y trate de definirte por sí mismo, aglutinando de esta forma un montón de ansiedades, temores y expectativas autodestructivas, o tratarlo como el aprendizaje de una destreza, aquella que cultivas de forma habitual con entusiasmo y alegría, al igual que estudias con la motivación de la curiosidad y acudes a realizar tu deporte favorito para dar un respiro a tu mente y regodearte en la viveza de la actividad física.

A mí me gusta mucho el nombre del “Juego”. Por las implicaciones de tal definición, un juego implica desenfado y diversión, precisamente el modo en que debemos enfocar nuestras relaciones sociales, del tipo que sean, evitando así mancillarlas con negatividades tan ilegítimas.
Llamar “Juego” a nuestras interacciones sociales, especialmente con mujeres, resta seriedad al asunto y relevancia al temido rechazo cuya posibilidad corroe nuestras entrañas convirtiéndonos en un manojo de nervios paralizados, caldo de cultivo para la inseguridad, la duda y la ansiedad.
En nuestras mano está evitar tomarnos la vida demasiado en serio y disfrutarla con desenfado o, por el contrario, dar una importancia innecesaria sustentada por nuestro ego a todo lo que hacemos y dejar que las preocupaciones crezcan como champiñones convirtiendo nuestras vidas en un camino oscuro, escabroso y bastante autodestructivo.Ambos casos son un hábito, una forma de ver la vida, un punto de vista… La diferencia radica en que únicamente el primero nos permitirá ser felices aquí y ahora.

Como seres humanos, nunca nos culpamos a nosotros mismos. Cuando las circunstancias nos son adversas, siempre encontramos un culpable externo a través de la justificación para proteger nuestro ego y reafirmar nuestras acciones y posturas, normalmente pasadas. Ese es el motivo de que la crítica jamás funciona, regla número uno para cualquiera que desee ver mejorar sus destrezas sociales.
Amigo mío, me equivoco con mucha frecuencia, sin embargo, voy a atreverme desde la humildad a realizar una pequeña observación que, desearía, no despertara en ti el resquemor que engendra el juicio y, pacíficamente, te invite a ver quizás un nuevo punto de vista: Creo que estás justificando tu propia responsabilidad, la responsabilidad de cambiar y mejorar en aquello que te habías propuesto, redireccionándola contra esa sociedad que, en tu artículo, cuentas cómo ha creado un universo en el que nos convence de que nuestro valor como hombres depende de las chicas que hayamos conquistado aglutinándonos a todos bajo el estandarte del depredador masculino, aquellos que únicamente buscan paliar los anhelos de su propio ego para alejar brevemente la ansiedad habitando una transitoria sensación de autoestima, hasta la siguiente “pieza cobrada”…

Disiento completamente. Debemos ser condescendientes con nosotros mismos pero, al mismo tiempo, asumir la responsabilidad de TODO lo que nos pase, directa o indirectamente; solo así seremos libres para poder cambiarlo y evolucionar. Resulta muy cómodo sentir que vas a la deriva y, para bien o para mal, no está en tu mano solucionar una situación o mejorarla. Son los valientes quienes se enfrentan a sus puntos débiles, pues hace falta mucho valor para reconocerlos, y esta Comunidad está repleta de valientes.

No te diría todo esto, amigo mío, si no SUPIERA que puedes lograr lo que deseas. Como he podido comprobar a través de tus escritos, eres alguien inteligente, con criterio y la cabeza muy bien amueblada. Como ya te he dicho en varias ocasiones, solo tienes que salir al campo.Soy un amante de la mujer, y no quiero que mi adorado colectivo femenino pierda la oportunidad de ser seducido por ti, compañero.
Si, de lo contrario, esto es una despedida definitiva. Te deseo lo mejor en todas tus empresas. Vuela alto, sé feliz y recuerda que tu límite está donde tú lo quieras poner.

Un fuerte abrazo

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La Identidad del Seductor


LA IDENTIDAD DEL SEDUCTOR
Besos Junto al Mar...

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Me encontraba apoyado en la barra, junto a mi gran amigo y también ala Mr.Bitches, observando fatigado la pista de baile. Pronto el reloj marcaría las seis, y la multitud que hasta hace escasos minutos atestaba aquella zona, haciéndola completamente inaccesible, había reducido su número considerablemente permitiendo al Artista Venusiano entrar con su paso lento y seguro.

La brisa salada del mar corría por aquella discoteca al aire libre, situada a escasos metros de un acantilado, alejando el calor estival y las humaredas, tan propias y al mismo tiempo indisociables de los locales de ocio nocturno. Aquella discoteca era perfecta para mi, salvo por el cansancio no podía estar más a gusto y, sin embargo, todavía no había realizado ni una sola apertura…

No era raro. Los que me leéis sabréis que hoy por hoy abro muy poco (curioso contraste con otros tiempos no precisamente lejanos jaja), solo la que realmente me gusta y me motiva, solo a ELLA.

Entonces la vi, allí, en aquella pista a la que antes me había sido imposible entrar entre el gentío entregado al baile. Una preciosa chica, enfundada en un ajustado y generosamente escotado vestido negro que se abrazaba a sus más que seductoras curvas, escuchaba con una bonita sonrisa conciliadora lo que le decía aquel que la había abordado. Sus cabellos estaban teñidos de ese particular tono caoba y su piel coloreada por el sol tras innumerables sesiones de playa; en los ojos de ella, pese a que escuchaba a su interlocutor con una simpatía que adivinaba fundamental, era evidente la falta de interés.

Aquella hermosura quería que la conversación terminara, el chico no le interesaba pero, a su vez, detestaría hacerle sentir mal… Aquello actúo como un auténtico imán sobre mí. Tenía que conocer a esa chica, debía ser una auténtica dulzura.

Le dije a Mr.Bitches que, pasados algunos minutos desde que la chica se librara de su actual pretendiente, la abordaría. Así fue; la conversación no tardó en terminar y esperé con la intención de que descansara y no me relacionara a mí con la infinidad de hombres que a estas alturas de la noche ya la habrían “entrado”. No me malinterpretéis, seguramente muchos de ellos merecieran más que yo los besos de esa chica, no tengo motivos para pensar que no son personas maravillosas, sin una colección de REMs (relaciones estables múltiples) a sus espaldas, pero carecen de las habilidades necesarias para seducir mientras que yo, yo soy un Seductor… Estas vacaciones, alejado de mis alas, compañeros habituales de sargeo (Rápsoda, Mr.Bitches y El Chabón únicamente habían venido a pasar el fin de semana en mi casita de la playa), volví a compartir la noche con amigos que me mostraron su conflictivo y doloroso punto de vista sobre las mujeres y cómo seducirlas, especialmente de noche, revelándome un Juego Interno muy débil fuente de todas sus ilusorias limitaciones, y también de su frustrante dolor. Como ellos, hay muchos, muchísimos, que seguramente serán estupendos pero, ¡amigo! Esto hay que entrenarlo… Divago. Dejémoslo como introducción para otro artículo.

Me acerqué al triset de aquella preciosa muchacha y dirigí mi atención directamente hacia ella aprovechando que sus dos amigas parecían mantener un diálogo en el que no participaba.

  • “Hola, ¿como estás?"
  • “Bien” dijo nerviosa y ligeramente azorada
  • “¿Sabes? Me pareces una chica muy muy atractiva…”
  • “Gracias” me interrumpe
  • “No me las des. Que seas guapa no tiene mérito alguno, simplemente es una realidad evidente. Sin embargo, no estoy aquí por eso, la discoteca está repleta de chicas guapas; si he venido a hablar contigo es porque he visto como charlabas antes con aquel tío. No te interesaba y la conversación empezaba a incomodarte, sin embargo, le dedicabas tu sonrisa más dulce y prestabas toda tu atención. Podías haberte mostrado fría y distante o haber vuelto con tus amigas, pero no, preferiste derrochar simpatía y preservar el ego ajeno con una cara entrañable. Por eso, creo que no debo perder la oportunidad de mantener una conversación contigo, que además eres guapísima. Ahora, dímelo tú, ¿merece la pena conocerte?” esto, amigos míos, lo llamo Cualificador Señuelo
  • “Si” dijo mientras un tímida pero encantadora sonrisita afloraba a sus labios. Tenía la cabeza ligeramente inclinada y me miraba desde abajo mientras pasaba mi aro; esa expresión me volvía loco.

Se trataba de una chica francamente tímida. Aunque me prestaba toda su atención y comenzaba a responder muy bien mis kinotests, su inversión era escasa debido a ese entrañable miedito. Metódicamente, fui siguiendo los pasos de mi personal protocolo de Juego, La Rueda de Henky, disfrutando enormemente de la interacción. Entonces… Sus amigas se dirigieron a ella para decirle que se iban; me habían dejado poco tiempo. Ella me anunció la decisión de sus compañeras y su inminente despedida; sin embargo, no se marchaba, seguía ahí completamente enfrentada a mí, sin dar un solo paso en pos de sus amigas, que ya se alejaban… El IDI pasivo no podía ser más evidente.

Dije que era una auténtica pena, argumentando que estaba disfrutando mucho de la conversación y blandiendo un par de cualificadores bien escogidos, pero que si tenía que marcharse, pues adiós. Ella se apresuró entonces a explicarme que aquellas no eran las amigas con las que había venido, más bien unas conocidas, y tenía miedo de que se marcharan sin ella y la dejaran sola. Su sinceridad era evidente, estaba nerviosa y miraba hacia la salida con inquietud, sin embargo, no se iba… Se acercó ofreciéndome la cara a fin de intercambiar dos besos. Con sorna, rechacé ese gesto y señale mi mejilla al tiempo que la prohibía darme un vulgar “carazo”; me regaló entonces un sensual beso en la mejilla. Atrapé suavemente su barbilla con mis dedos y se lo devolví en la comisura de los labios acompañado de una caricia… No se movió… Cierre de Beso.

Otra vez, una apertura, un cierre.

Cuando ella se hubo marchado a la carrera, después de haber estado un rato besándonos e intercambiar nuestros teléfonos, no pude evitar regodearme en un repentino y abrumador gozo.

Aunque la chica era preciosa y verdaderamente me había encantado su personalidad dulce y timidez adorable, aquella dicha no tenía que ver con ella. Observando de cerca mis sentimientos, en realidad se debían a haber comprobado después de algunas semanas que mi Juego continuaba siendo francamente eficaz, que La Rueda de Henky funcionaba a las mil maravillas, que mis habilidades no se habían deteriorado un ápice ¿Había también un resquicio de alivio en ese sentir? Aquello me llevó enseguida a una importante reflexión…

A ti que me lees lamento haberte engañado, pero esto no es un Reporte de Campo, las cosas no son siempre lo que parecen ¿Esperabas abridores, rutinas y herramientas de seducción? Sin embargo, voy a hablar de algo mucho más importante que todo ese material enlatado que buscáis, voy a hablaros de Juego Interno.

Regresando al tema que nos ocupa, aquel subidón era peligroso. Tal es la naturaleza pendular de las emociones que, al igual que todas las cosas, siempre acaban convirtiéndose en su opuesto cuando las alimentamos con tiempo mental. En aquel momento me estaba alegrando de “ser” un Seductor, con el suficiente tino como para darme cuenta del fenómeno y alumbrarlo con mi consciencia, pues era promesa de un bajón futuro, más o menos lejano, pero seguro.

¡Cómo cambian las cosas! Hace poco más de un año yo ansiaba “ser” un Seductor, un Artista Venusiano. Quería disponer del poder y las habilidades necesarias para llegar a un lugar y dirigirme a aquella chica que me deslumbrara con la razonable seguridad de que iba a caer en mis brazos. Quería ese estilo de vida, ese estado de paz interna, esa libertad…

Tal y como yo lo veo, el proceso para llegar a ser un seductor podría sintetizarse en eliminar los bloqueos que impiden a nuestro carisma y personalidad magnética fluir libremente (muchos de ellos agrupados bajo la bandera de la inseguridad) y adquirir las habilidades necesarias para proyectar una realidad interna rica de base. Un Marco fuerte y auténtico solo puede extrapolarse de un Juego Interno francamente bueno y, a su vez, para lograr la asertividad propia del mismo es necesario librarse, en la medida de lo posible, de cuantos más condicionantes mentales asociados al tiempo podamos. Y aquí viene la curiosa verdad que se me presentó aquella noche a modo de revelación: Llevo puesta la etiqueta de “Seductor”, un papel necesariamente asociado al tiempo que, sin darte cuenta, no hace sino condicionarte a mantener vivo en el tiempo el placebo para una felicidad transitoria. En realidad, es una poderosa forma de ego. Ponte una etiqueta y serás su esclavo.

Una medida muy higiénica que tratamos de asimilar desde el principio, fundamental para ese Juego Interno sano, consiste en ser conscientes de que no debemos demostrar nada a nadie. Pero, ¿acaso no nos estamos demostrando, como yo en el caso de este Reporte de Campo, algo a nosotros mismos?Aún sin ser del todo conscientes, podemos vivir ansiosos por reafirmarnos como “Seductor” para ajustarnos a dicha etiqueta, una etiqueta que solo puede existir definida por nuestros logros pasados y sujeta a expectativas futuras. Cuanto más disfrutemos por el mero hecho de “ser un Seductor”, y cuanto más tiempo sembremos sobre esa idea, más extrañamente incómodos o decepcionados nos sentiremos cuando los días pasen sin que nos ajustemos a estas curiosas “proezas” que compartimos en los foros a modo de Reportes de Campo.La etiqueta de Seductor es algo muy perseguido en la Comunidad. Lo veo cada vez que alguien cierra su post con un “pronto seré un Seductor” a modo de firma, y también en los innumerables hilos que tienen por título frases del tipo “la respuesta del Seductor”, “el coche del Seductor”, “la copa del Seductor” o “los calzoncillos del Seductor”.

La conclusión a la que llego es aprender a disfrutar del momento creado gracias a nuestros recursos, evitando otorgarle una identidad que deba sobrevivir en el tiempo. Si lo hacemos y delegamos en nuestra historia personal un sentido analógico, como lo es “ser un Seductor”, el vacío que se producirá cuando no estés “siendo un Seductor” provocará dolor y erróneamente guiará tus esfuerzos a lograr otro “éxito” en el que regodearte temporalmente, solo para volver a caer en el dolor.

Los peligros de forjar el decaimiento pueden evitarse entendiendo estas etiquetas, inocuas como simples palabras hasta que les damos un sentido a la altura del que tengamos que estar, de una forma desapasionada evitando enarbolarla como bandera. A nivel subliminal, eso no puede acarrearte nada positivo, solo el esfuerzo emocional de mantener un nuevo papel para tu ego y más condicionantes innecesarios.

No. Yo no soy un Seductor, solo soy un tipo que ama a las mujeres…

Más tarde, ya en la comodidad de los sillones que adornan el salón de mi casita costera, estas reflexiones maduraban en mi cabeza mientras charlaba alegremente con mi amigo y ala Mr.Bitches, ambos acompañados por el despuntar de los primeros rayos del Sol, los cuales contribuían a hacer de aquel sencillo desayuno un momento francamente agradable.Mr.Bitches se interesa con frecuencia por La Rueda de Henky, y a él le he revelado muchos de mis secretos y técnicas. En aquel momento, a tenor de lo que discurría por mi cabeza, discutíamos sobre si las habilidades que aquí adquirimos pueden verse deterioradas, reducidas o incluso desaparecidas con el tiempo y la inactividad en cuanto a seducción se refiere ¿Qué pensáis vosotros? ¿Se puede perder lo que has aprendido o es como montar en bici y “nunca se olvida”?

De nuevo, la ponzoña del tiempo…

Este artículo fue publicado por vez primera en los foros el 04 de Septiembre de 2008 por Henky