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CHICAS, CHICAS, CHICAS...
LAS RELACIONES ESTABLES MÚLTIPLES I
La primera vez que supe de esta modalidad de relación, la REM, fue leyendo la archiconocida historia que Neil Strauss nos narraba en El Método.
Hasta entonces, ni siquiera me había planteado que fuera admisible mantener más de una relación estable al mismo tiempo, disfrutando así las ventajas de un noviazgo sin limitar el estímulo de la novedad y el cultivo de las artes seductivas por la exclusividad. Por supuesto que no estaba pensando en las llamadas desde siempre “follamigas” por el argot castellano más libertino, cuyo único propósito de la relación es el disfrute recíproco de sesiones sexuales aisladas al más puro estilo consolador. No. Al parecer era una opción disfrutar de la conexión genuina e implicación que nos ofrece una novia –al menos hasta cierto punto– sin que nuestros escarceos amatorios quedasen vedados por el compromiso. Y a aquello lo llamaban REM o, al menos, esta fue la idea que me hice de lo que aquel término pretendía describir.
Un vislumbre demasiado atractivo para un amante de la mujer que, ilusionado, comenzaba a descubrir los secretos de la seducción. La promesa de un estilo de vida fascinante…
Con el desarrollo de mis habilidades, no tardé demasiado en aglutinar relaciones al tiempo que luchaba por consolidar nuevos cierres. Tuve un considerable número de REMs a lo largo de todo un año, llegando a contar con cuatro de ellas en el momento de mayor simultaneidad. De ellas aprendí mucho a todos los niveles y, hoy, puedo hacer esta reflexión como resultado de todo aquello.
Hace algunas semanas llamó mi atención la consulta que realizaba un muchacho, reciente descubridor de las Artes Venusianas. Este, sumergido en lo que parecía una sólida relación estable, se mostraba dubitativo ante la aparición en su vida de una mujer nueva con gran interés hacia él.
Aquel chico decía ser emocionalmente inestable y necesitar una mujer a su lado; debido a esto, se alejaría de su nueva pretendiente y permanecería con su actual pareja, a pesar de que la primera lo atraía y estimulaba mucho más. En sus propias palabras, “no quería arriesgarse”.
Rápidamente, acudieron a mi mente los nombres de un significativo número de viejos amigos de la infancia los cuales, atormentados por una exacerbada mentalidad de escasez y escasos de autoestima en las relaciones con mujeres, habían decidido “conformarse” con aquella que primero mostró en ellos cierto interés, sumergiéndose así de cabeza en una relación poco satisfactoria.
Pero lejos de pretender ver únicamente la viga en el ojo ajeno, confieso que, del mismo modo, pude recordar lo deprimente que habían resultado para mí los domingos, un día en el que acostumbraba a lamentar como la promesa del fin de semana se escapaba entre mis dedos al tiempo que la sombra amenazante del regreso a la rutina estudiantil me desanimaba considerablemente.
Aquellos días anhelaba profundamente la compañía femenina que no tenía y, pese a haberme preocupado ahora por invertir las tardes de domingo con las diversas REM que había tenido ocasión de procurarme, por aquel entonces seguía notando cierta sensación depresiva aunque distrajera mi mente con ellas… Suponía, y no me equivocaba, que de volver a enfrentarme a una de estas soledades dominicales, volvería a sentirme mal.
Habiendo podido solventar esto hoy en día, comprendí dónde radicaba exactamente el porqué de ese cambio tan higiénico a nivel interior.
Muchos hombres arriban la Comunidad queriendo llenar con mujeres –una o varias– un vacío en su autoestima.
Esto no es extraño ni reprochable, pues es un anhelo insaciable, la búsqueda de la autoestima y el deseo de grandeza e importancia, que forma parte innegable de la naturaleza humana –dicho sea de paso, aquel que logre desarrollar la destreza para regalar con suficiente tino este vacío en su prójimo, no tardará en convertirse en un carismático líder–. Sin embargo, es peligroso, pues esa sensación de bienestar no dependerá completamente de ellos y, como una droga de naturaleza egótica, cuando falte azotará nuestras psiques con la rabia de mil soles.
Del mismo modo y atendiendo un sentido práctico, el hecho de necesitar una mujer (o más de una), además de resultar lesivo a nivel interno, con el consiguiente riesgo de sufrir la ponzoña emocional, hace trizas el marco que da fuerza al seductor auténtico, aquel que se aleja de teatros y pantomimas para mostrar una realidad atractiva cultivada por él mismo.
¿Puede entonces una colección de REMs eliminar la mentalidad de escasez y dotarnos de la deseable “no necesidad”? Lo cierto es que sí, pero lo hará de modo transitorio y artificioso, sin procurarnos un cambio real a nivel interno y garantizando un bajón a la exaltación temporal que nos procura el harem que hemos confeccionado.
En realidad, la única manera de interiorizar verdaderamente la “no necesidad” no radica en conquistar muchas mujeres y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces, sino en aprender a no necesitar una mujer en nuestras vidas.
También he podido comprobar que las REM, por unos u otros motivos, rara vez duran demasiado. La naturaleza femenina las enfrenta bastante con el concepto de relación múltiple, puesto que siempre tenderán a desear un compromiso estable y exclusivo con el chico que ha logrado deslumbrarlas.
La perspectiva de compartirlo no está a la larga entre sus opciones y, más tarde o más temprano, se verán en la tesitura de exigir un compromiso total o, a su pesar, buscarlo apenadas en otra parte. Ellas desean un novio.
De hecho, lidiar con esa “fecha de caducidad” fue materia de reflexión para mí durante meses, y lograr ampliarla resulta de gestionar el correcto equilibrio entre rozar su corazón sin llegar a enamorarla del todo –de lo contrario, el drama y el temor al sufrimiento desembocarán en el fin de la relación–. Todavía recuerdo cuando, no hace demasiado tiempo, una chica se despedía de mí en el portal de su casa…
“Nunca te olvidaré” decía con los ojos humedecidos.
“Lo sé” respondí con una sonrisa conciliadora después de besar su mejilla.
Aquella, sensible e impresionable, decía estar enamorándose a pasos agigantados, y no soportaba la idea de que yo estuviera con otras mujeres. Drama… No me opuse pues, aunque valoraba la relación –de otro modo jamás la hubiera iniciado– tenía demasiadas REM y empezaban a desbordarme. Lo cierto es que, al menos para mí, resulta en extremo difícil mantener más de dos relaciones estables múltiples buenas y satisfactorias de manera simultánea, con el nivel de implicación que deseo ofrecer y recibir de forma recíproca.
En cualquier caso, no llegar a tenerte del todo actúa, durante algún tiempo, como un potente incentivo para una mujer, motivada a luchar por lo que considera un deseable reto.
Lo cierto es que las REM dan congruencia a un particular estilo de vida, uno que muchos de nosotros abrazamos. Adoro a la mujer y deseo profundizar a nivel sentimental con ella, no podría ser para mí de otro modo –sinceramente, el cariño anónimo y el sexo impersonal a largo tiempo que empezaron a resultarme bastante insulsos–, sin embargo, no advierto que este sea el momento de iniciar una relación exclusiva. Curiosa dicotomía que, en ocasiones, me lleva a pensar que la perspectiva de la REM ha logrado atraparme por completo en la forma de vida que implica. Siempre trato de tomar la precaución de observar para que los árboles no me impidan ver el bosque.
En síntesis. Antes he mencionado que la mentalidad de escasez, así como la necesidad de relaciones, no se superan verdaderamente a través de la acumulación de REMs.
Las relaciones estables múltiples deben existir para el disfrute incondicional de las mismas, no como placebo de seguridad y confianza en uno mismo. Si, por el contrario, insistimos en delegar sobre ellas tales aspectos de nuestro Juego Interno, estos no dependerán de nosotros y, por tanto, transformarán esta clase de relaciones varias en una irremediable urgencia.
La ansiedad y el miedo a la pérdida siempre van de la mano de la necesidad. Por tanto, para ser capaces de regocijarnos genuina y auténticamente en nuestras relaciones estables múltiples sin convertirlas en partes fundamentales de nuestra identidad con el estilo de vida del envidiable playboy, resulta fundamental no utilizarlas como parches que cubran esas perniciosas oquedades en nuestra autoestima ni alimenten la sensación de autoadoración. Permíteme repetir el que considero mensaje de importancia mayúscula a este respecto: En realidad, la única manera de interiorizar verdaderamente la “no necesidad” no radica en conquistar muchas mujeres y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces, sino en aprender a no necesitar una mujer en nuestras vidas.
Claro, resulta sencillo decirlo –pensaréis– pero Henky, ¿cómo diablos se logra?
En mi experiencia, diría que primero es necesario tenerlas, obtener varias relaciones estables múltiples y profundizar en ellas.
A continuación, podemos tomar un poco de perspectiva y observar cómo estas REM afectan a nuestras psiques y, más concretamente, a nuestro Juego Interno. Tratemos de ser lo más desapasionado posible; en mi caso concreto, contar con el cariño absoluto e incondicional de varias chicas de alta puntuación, cincelados cuerpos curvilíneos y personalidad fascinante a la par que para mí cautivadora, tuvo como efecto el consiguiente implemento de no necesidad y un considerable freno a mis interacciones con mujeres desconocidas, principalmente por un aumento aún mayor de mis ya de por sí hinchadas exigencias. En muchas ocasiones, incluso llegué a plantearme el posible inicio de una RE (por otra parte, hoy por hoy pienso que, una REM que jamás hace que te plantees la posible relación exclusiva, aunque sea un poco, no merece demasiado la pena).
Para no hacer mis estados de autoestima dependientes de ninguna chica, yo utilizo una sencilla técnica (advertencia: pese a contar con un magnífico autoconcepto y un Juego Interno envidiable, las espléndidas sensaciones y momentos que obtenemos de compartir tiempo con una REM satisfactoria acrecentará, aún sin darnos cuenta, estos aspectos interiores pudiendo lograr que nos acomodemos. Es como si tuviéramos unas piernas muy fuertes capaces de mantenernos en pie durante largo tiempo, a pesar de los impedimentos externos; entonces, recibimos una sólida mesa y decidimos apoyarnos en ella para estar más cómodos y disfrutar del momento. Si repentinamente nos quitaran dicha superficie, pese a seguir contando con unos potentísimos cuartos traseros, caeríamos o, como mínimo, nos tambalearíamos, salvo que tomáramos la precaución de estar atentos a nuestra estabilidad).
Siempre que me despido de una chica, ya sea una relación estable múltiple (por muy segura y hasta cierto punto formalizada que esta pueda parecer) o una mujer a la que esté tratando de seducir y conquistar, lo hago pensando que no voy a volver a verla nunca más. Esto no solo me sitúa internamente en una posición ventajosa de no expectativa, sino que además contribuye, si se hace bien y con sinceridad (impidiendo que nuestra mente urda planes y experiencias futuras con esa chica en particular), a evitar la comisión de nuestros pilares internos en las relaciones externas.
En cualquier caso, reconozco que, en ocasiones, puede ser difícil poner en marcha esta técnica. Especialmente cuando la implicación emocional aumenta, durante los buenos momentos…
Continuará…
Hasta entonces, ni siquiera me había planteado que fuera admisible mantener más de una relación estable al mismo tiempo, disfrutando así las ventajas de un noviazgo sin limitar el estímulo de la novedad y el cultivo de las artes seductivas por la exclusividad. Por supuesto que no estaba pensando en las llamadas desde siempre “follamigas” por el argot castellano más libertino, cuyo único propósito de la relación es el disfrute recíproco de sesiones sexuales aisladas al más puro estilo consolador. No. Al parecer era una opción disfrutar de la conexión genuina e implicación que nos ofrece una novia –al menos hasta cierto punto– sin que nuestros escarceos amatorios quedasen vedados por el compromiso. Y a aquello lo llamaban REM o, al menos, esta fue la idea que me hice de lo que aquel término pretendía describir.
Un vislumbre demasiado atractivo para un amante de la mujer que, ilusionado, comenzaba a descubrir los secretos de la seducción. La promesa de un estilo de vida fascinante…
Con el desarrollo de mis habilidades, no tardé demasiado en aglutinar relaciones al tiempo que luchaba por consolidar nuevos cierres. Tuve un considerable número de REMs a lo largo de todo un año, llegando a contar con cuatro de ellas en el momento de mayor simultaneidad. De ellas aprendí mucho a todos los niveles y, hoy, puedo hacer esta reflexión como resultado de todo aquello.
Hace algunas semanas llamó mi atención la consulta que realizaba un muchacho, reciente descubridor de las Artes Venusianas. Este, sumergido en lo que parecía una sólida relación estable, se mostraba dubitativo ante la aparición en su vida de una mujer nueva con gran interés hacia él.
Aquel chico decía ser emocionalmente inestable y necesitar una mujer a su lado; debido a esto, se alejaría de su nueva pretendiente y permanecería con su actual pareja, a pesar de que la primera lo atraía y estimulaba mucho más. En sus propias palabras, “no quería arriesgarse”.
Rápidamente, acudieron a mi mente los nombres de un significativo número de viejos amigos de la infancia los cuales, atormentados por una exacerbada mentalidad de escasez y escasos de autoestima en las relaciones con mujeres, habían decidido “conformarse” con aquella que primero mostró en ellos cierto interés, sumergiéndose así de cabeza en una relación poco satisfactoria.
Pero lejos de pretender ver únicamente la viga en el ojo ajeno, confieso que, del mismo modo, pude recordar lo deprimente que habían resultado para mí los domingos, un día en el que acostumbraba a lamentar como la promesa del fin de semana se escapaba entre mis dedos al tiempo que la sombra amenazante del regreso a la rutina estudiantil me desanimaba considerablemente.
Aquellos días anhelaba profundamente la compañía femenina que no tenía y, pese a haberme preocupado ahora por invertir las tardes de domingo con las diversas REM que había tenido ocasión de procurarme, por aquel entonces seguía notando cierta sensación depresiva aunque distrajera mi mente con ellas… Suponía, y no me equivocaba, que de volver a enfrentarme a una de estas soledades dominicales, volvería a sentirme mal.
Habiendo podido solventar esto hoy en día, comprendí dónde radicaba exactamente el porqué de ese cambio tan higiénico a nivel interior.
Muchos hombres arriban la Comunidad queriendo llenar con mujeres –una o varias– un vacío en su autoestima.
Esto no es extraño ni reprochable, pues es un anhelo insaciable, la búsqueda de la autoestima y el deseo de grandeza e importancia, que forma parte innegable de la naturaleza humana –dicho sea de paso, aquel que logre desarrollar la destreza para regalar con suficiente tino este vacío en su prójimo, no tardará en convertirse en un carismático líder–. Sin embargo, es peligroso, pues esa sensación de bienestar no dependerá completamente de ellos y, como una droga de naturaleza egótica, cuando falte azotará nuestras psiques con la rabia de mil soles.
Del mismo modo y atendiendo un sentido práctico, el hecho de necesitar una mujer (o más de una), además de resultar lesivo a nivel interno, con el consiguiente riesgo de sufrir la ponzoña emocional, hace trizas el marco que da fuerza al seductor auténtico, aquel que se aleja de teatros y pantomimas para mostrar una realidad atractiva cultivada por él mismo.
¿Puede entonces una colección de REMs eliminar la mentalidad de escasez y dotarnos de la deseable “no necesidad”? Lo cierto es que sí, pero lo hará de modo transitorio y artificioso, sin procurarnos un cambio real a nivel interno y garantizando un bajón a la exaltación temporal que nos procura el harem que hemos confeccionado.
En realidad, la única manera de interiorizar verdaderamente la “no necesidad” no radica en conquistar muchas mujeres y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces, sino en aprender a no necesitar una mujer en nuestras vidas.
También he podido comprobar que las REM, por unos u otros motivos, rara vez duran demasiado. La naturaleza femenina las enfrenta bastante con el concepto de relación múltiple, puesto que siempre tenderán a desear un compromiso estable y exclusivo con el chico que ha logrado deslumbrarlas.
La perspectiva de compartirlo no está a la larga entre sus opciones y, más tarde o más temprano, se verán en la tesitura de exigir un compromiso total o, a su pesar, buscarlo apenadas en otra parte. Ellas desean un novio.
De hecho, lidiar con esa “fecha de caducidad” fue materia de reflexión para mí durante meses, y lograr ampliarla resulta de gestionar el correcto equilibrio entre rozar su corazón sin llegar a enamorarla del todo –de lo contrario, el drama y el temor al sufrimiento desembocarán en el fin de la relación–. Todavía recuerdo cuando, no hace demasiado tiempo, una chica se despedía de mí en el portal de su casa…
“Nunca te olvidaré” decía con los ojos humedecidos.
“Lo sé” respondí con una sonrisa conciliadora después de besar su mejilla.
Aquella, sensible e impresionable, decía estar enamorándose a pasos agigantados, y no soportaba la idea de que yo estuviera con otras mujeres. Drama… No me opuse pues, aunque valoraba la relación –de otro modo jamás la hubiera iniciado– tenía demasiadas REM y empezaban a desbordarme. Lo cierto es que, al menos para mí, resulta en extremo difícil mantener más de dos relaciones estables múltiples buenas y satisfactorias de manera simultánea, con el nivel de implicación que deseo ofrecer y recibir de forma recíproca.
En cualquier caso, no llegar a tenerte del todo actúa, durante algún tiempo, como un potente incentivo para una mujer, motivada a luchar por lo que considera un deseable reto.
Lo cierto es que las REM dan congruencia a un particular estilo de vida, uno que muchos de nosotros abrazamos. Adoro a la mujer y deseo profundizar a nivel sentimental con ella, no podría ser para mí de otro modo –sinceramente, el cariño anónimo y el sexo impersonal a largo tiempo que empezaron a resultarme bastante insulsos–, sin embargo, no advierto que este sea el momento de iniciar una relación exclusiva. Curiosa dicotomía que, en ocasiones, me lleva a pensar que la perspectiva de la REM ha logrado atraparme por completo en la forma de vida que implica. Siempre trato de tomar la precaución de observar para que los árboles no me impidan ver el bosque.
En síntesis. Antes he mencionado que la mentalidad de escasez, así como la necesidad de relaciones, no se superan verdaderamente a través de la acumulación de REMs.
Las relaciones estables múltiples deben existir para el disfrute incondicional de las mismas, no como placebo de seguridad y confianza en uno mismo. Si, por el contrario, insistimos en delegar sobre ellas tales aspectos de nuestro Juego Interno, estos no dependerán de nosotros y, por tanto, transformarán esta clase de relaciones varias en una irremediable urgencia.
La ansiedad y el miedo a la pérdida siempre van de la mano de la necesidad. Por tanto, para ser capaces de regocijarnos genuina y auténticamente en nuestras relaciones estables múltiples sin convertirlas en partes fundamentales de nuestra identidad con el estilo de vida del envidiable playboy, resulta fundamental no utilizarlas como parches que cubran esas perniciosas oquedades en nuestra autoestima ni alimenten la sensación de autoadoración. Permíteme repetir el que considero mensaje de importancia mayúscula a este respecto: En realidad, la única manera de interiorizar verdaderamente la “no necesidad” no radica en conquistar muchas mujeres y demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces, sino en aprender a no necesitar una mujer en nuestras vidas.
Claro, resulta sencillo decirlo –pensaréis– pero Henky, ¿cómo diablos se logra?
En mi experiencia, diría que primero es necesario tenerlas, obtener varias relaciones estables múltiples y profundizar en ellas.
A continuación, podemos tomar un poco de perspectiva y observar cómo estas REM afectan a nuestras psiques y, más concretamente, a nuestro Juego Interno. Tratemos de ser lo más desapasionado posible; en mi caso concreto, contar con el cariño absoluto e incondicional de varias chicas de alta puntuación, cincelados cuerpos curvilíneos y personalidad fascinante a la par que para mí cautivadora, tuvo como efecto el consiguiente implemento de no necesidad y un considerable freno a mis interacciones con mujeres desconocidas, principalmente por un aumento aún mayor de mis ya de por sí hinchadas exigencias. En muchas ocasiones, incluso llegué a plantearme el posible inicio de una RE (por otra parte, hoy por hoy pienso que, una REM que jamás hace que te plantees la posible relación exclusiva, aunque sea un poco, no merece demasiado la pena).
Para no hacer mis estados de autoestima dependientes de ninguna chica, yo utilizo una sencilla técnica (advertencia: pese a contar con un magnífico autoconcepto y un Juego Interno envidiable, las espléndidas sensaciones y momentos que obtenemos de compartir tiempo con una REM satisfactoria acrecentará, aún sin darnos cuenta, estos aspectos interiores pudiendo lograr que nos acomodemos. Es como si tuviéramos unas piernas muy fuertes capaces de mantenernos en pie durante largo tiempo, a pesar de los impedimentos externos; entonces, recibimos una sólida mesa y decidimos apoyarnos en ella para estar más cómodos y disfrutar del momento. Si repentinamente nos quitaran dicha superficie, pese a seguir contando con unos potentísimos cuartos traseros, caeríamos o, como mínimo, nos tambalearíamos, salvo que tomáramos la precaución de estar atentos a nuestra estabilidad).
Siempre que me despido de una chica, ya sea una relación estable múltiple (por muy segura y hasta cierto punto formalizada que esta pueda parecer) o una mujer a la que esté tratando de seducir y conquistar, lo hago pensando que no voy a volver a verla nunca más. Esto no solo me sitúa internamente en una posición ventajosa de no expectativa, sino que además contribuye, si se hace bien y con sinceridad (impidiendo que nuestra mente urda planes y experiencias futuras con esa chica en particular), a evitar la comisión de nuestros pilares internos en las relaciones externas.
En cualquier caso, reconozco que, en ocasiones, puede ser difícil poner en marcha esta técnica. Especialmente cuando la implicación emocional aumenta, durante los buenos momentos…
Continuará…