El Juego Interno lo es todo.
Autoestima, seguridad, visión positiva del mundo… De este conjunto bien enfocado puede extrapolarse un Marco auténtico capaz de transmitir, a través de una personalidad magnética y carismática, una realidad poderosa artífice de nuestros éxitos. Todo lo demás son detalles.
Creo firmemente que el mundo es reflejo directo de nuestra realidad interna, en el juego de marcos y el abrumador y a menudo desdeñado poder la intención. Así, mi visión de la seducción es muy filosófica y natural, aunque en mi estilo directo de propia configuración a menudo disfruto describiendo aspectos muy técnicos.

Para ser un poco más libre. Para cautivar al mundo y dejarse seducir por él.
Yo no soy un seductor. Sólo soy un tipo que ama a las mujeres…


lunes, 19 de enero de 2009

El Juego Interior. Mis principios fundamentales

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EL JUEGO INTERIOR
MIS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES

Importante artículo este que hoy os ofrezco, pues encierra gran parte de mis hipótesis conceptualizadas sobre el Juego Interno.
Voy a compartir con vosotros las ideas más básicas que sustentan El Juego Interior. Pese a que disfruto mucho escribiendo y desarrollando estos, llamémosle ensayos, como decía en el texto presentación de este blog, me he decidido a ir plasmando en diversos artículos mis conceptos más fundamentales sobre Juego Interno de manera lo más sencilla y sintética posible. Aunque a menudo extractar y abreviar implica ser impreciso, estos compendios también me servirán como soporte para construir sobre ellos las redacciones más profundas y desarrolladas a tenor de idénticos asuntos.
No hablaré ahora de seducción. Aunque aborde en muchos casos estas temáticas desde la perspectiva del seductor, las Artes del Corazón no son más que una aplicación del buen Juego Interno y no al revés, como algunos se han atrevido a sugerir.

A mi modo de ver, el Juego Interno abarca tres frentes primordiales que, si bien no dejan de estar conectados entre sí y se retroalimentan recíprocamente, creo que deben ser concebidos y trabajados de forma específica.
Son los siguientes:

o Autodependencia emocional: término acuñado por Jorge Bucay que he decidido adoptar luego de leer la obra del mismo nombre, con sus análisis etimológicos. Anteriormente –en otros artículos– me refería a este punto como Independencia Emocional, sin embargo, por lo que representa y la manera de implementarlo no se me ocurre una forma mejor de bautizarlo.

o Visión Positiva del Mundo: no existen los hechos, únicamente las interpretaciones (aforismo fundamental de Nietzche). No conocemos un entorno objetivo, sino nuestra percepción del mismo; esto aparece directamente relacionado con nuestra actitud y, por tanto, la reacción que cuanto nos rodea tiene hacia nosotros.

o Autoestima: que podríamos denominar también Visión Positiva de Uno Mismo. Este concepto deviene en seguridad, motivación y es clave como combustible para llevar a cabo actuaciones osadas. La percepción de uno mismo también está sujeta a distorsiones, a menudo más agresivas que las externas.

Cada uno de estos tres elementos potencia y facilita la mejora e implemento de los demás y, de la misma manera, actuarán como factores limitantes para el desarrollo del resto. Existen maneras concretas y específicas para trabajarlos por separado, pero su crecimiento debe ser parejo; es como si nuestro Juego Interior fuera una mesa de tres patas, si una falla o es más corta que las demás, será imposible mantenerla en pie.

El Pensador
Cuando hable sobre El Juego Interior o Juego Interno en general, voy a referirme con frecuencia al "ego", haciéndolo desde la perspectiva conceptualizada que Eckhart Tolle ofrece en su obra.
Este autor propone un camino inmediato hacia la denominada Iluminación, un estado de disolución del yo proclamado por los grandes maestros espirituales de todos los tiempos (incluyendo figuras al parecer malinterpretadas como el propio Jesucristo) adaptado a nuestros días y adecuado para el pensamiento y la vida moderna.
La mente vacía de pensamientos, el éxtasis de la aceptación, la ausencia de expectativa y de memoria y la entrega total al presente parecen ser la clave indiscutible de la felicidad esencial.

Para mi, leer a Tolle resulto ser tremendamente revelador, mucho más de lo que podía esperar. Fui capaz de acceder a esos estados de Presencia en los que alejar el sufrimiento egótico y disfrutar de un apacible y placentero ahora independientemente de las circunstancias externas; sin embargo, creí comprender que, al menos para mí –quizás por falta de voluntad o un yo demasiado desarrollado a lo largo de veintitrés primaveras– extinguir el ego no solo era imposible, sino contradictorio con la vida que la mayoría llevamos.
No obstante, aprendí una valiosísima lección que considero CLAVE para el trabajo de cada uno de los puntos que más arriba he enunciado brevemente: observar al pensador y discriminar el ego.
Es por eso que veis la imagen de El Pensador de Rodín en la foto que precede a este artículo, como también es el motivo de que eligiera la afamada escultura como parte del rótulo de este blog. Para mí es la forma gráfica de representar al ego; cuando eres capaz de distanciarte de él y concebir los pensamientos que pueblan tu mente como una entidad discriminada –es decir, separada de ti– ese estado de desidentificación te permite actuar de manera asertiva, observar sus procesos nacidos de creencias condicionantes (lo que denomino trazabilidad) y, punto fundamental para la aplicación de El Juego Interior, corregirlo y condicionarlo.
Este es un mundo creado por y para el ego; está poblado por egos, dirigido por egos y enfocado a los egos. No creo que la sociedad en que vivimos pueda ser concebida como tal al margen del yo rotundo. Por eso, mi idea no es eliminar el yo egotista, sino cabalgarlo y doblegarlo para que trabaje a nuestro favor y no al revés, libre y temeroso como ahora discurre, cargándonos de ponzoñosa negatividad.

Condicionar al Pensador y reconfigurar su tendencia o inercia, ¿con qué fin? ¿por qué no discriminarlo completamente?
Porque todo en nuestro día a día, la forma de vida que llevamos, las personas con que interactuamos, nuestro trabajo, todo cuanto nos rodea es ego que incentiva el desarrollo del propio yo. Acceder al estado de Presencia no resulta demasiado difícil, pero vivir en él continuamente es otro cantar, al menos para mí (el ego es reactivado constantemente, arrastrando sus inercias condicionadas).
Sin embargo, reconocer la dualidad entre nuestra esencia y nuestra mente, en lugar de identificarnos con esta última y sus muchas veces ilógicas reacciones, resulta en una poderosa creencia que nos pone en situación de cambiar nuestros procesos mentales desde la base. Al fin y al cabo, todo es cuestión de creencias y convicciones, absolutamente todo; unas ofrecen nuevas y versátiles perspectivas abriéndonos puertas, mientras que otras restan posibilidades y resultan limitadoras, cerrándolas.
Aunque considero que el ego como tal no es más que la suma de todas estas creencias que hemos ido asimilando, de las que nace el pensamiento inconsciente, concebirlo como una entidad permite por algún motivo discriminarlo y por tanto observarlo de manera mucho más eficaz, distanciada, y sencilla para nuestros procesos mentales.
Esta es para mí la gran perla de Tolle, observar al Pensador, y de ella voy a valerme como principio fundamental para la aplicación posterior de todas las técnicas, ideas y ejercicios que he elegido para el implemento de cada uno de esos tres puntos (autodependencia emocional, visión positiva del mundo y autoestima), descritos anteriormente, que a mi modo de ver configuran el Juego Interno.

Personalmente, abogo por cambiar esa propensión reactiva o descontrolada a través de una reconfiguración activa, utilizando para ello al propio ego.

El pensamiento siembra la emoción
La emoción es la reacción del cuerpo resultante del pensamiento; la manifestación del mismo.
El sentimiento influye poderosamente en nuestra actitud, condicionando a su vez nuestro pensamiento en función de su naturaleza concreta. Esto nos distorsiona en uno u otro sentido, reafirma la creencia que engendró el pensamiento original que a su vez devino en la emoción, y vuelve a repetirse el ciclo interminable. Pensamiento y emoción –en este orden– se sucederán continuamente reafirmando el estado en cuestión y las creencias fundamentales que los vio nacer.
Para romper este círculo vicioso (y, quizás, cambiarlo por un círculo virtuoso que alimente sentimientos y creencias positivas para distorsionarnos felizmente), será cambiar el pensamiento y aceptar, eso sí, la emoción que ya ha surgido (aunque esta pueda antojársenos intolerable).

Resulta sencillo cambiar el pensamiento, es algo que podemos hacer rápidamente, de manera instantánea. No obstante, la emoción es distinta, tarda en florecer. Unas veces crece más rápido o menos rápido, y con mayor o menor fuerza y dramatismo.
La clave está en comprender que todo pensamiento –sea cual sea, incluso aquellos comentarios mentales que nos parecen a priori superficiales y triviales– es la semilla de una emoción.
En algunas ocasiones, o en determinadas situaciones, observamos como un pensamiento egótico puede devenir en un arrebato emocional instantáneo y muy difícil de controlar por su potencial reactivo –en estos casos resulta especialmente complicado ser asertivo–. Sin embargo, no ocurre así con la inmensa mayoría de los pensamientos; estos, necesitan tiempo para germinar y empezar a mostrarnos un reflejo emocional (este es el motivo por el que un pensamiento positivo, forzado en busca de consuelo cuando nos enfrentamos a una situación de negatividad, no logra hacernos sentir bien de inmediato; la emoción/pensamiento negativo han estado retroalimentándose con mucha fuerza y la nueva siembra deberá ser más concienzuda).

Así, los pensamientos que reafirmen una determinada creencia o convicción irán acumulándose como simiente de la emoción que corresponda.
Es decir, cuanto más tiempo dediquemos a pensar en una determinada línea, más intensa y duradera será la emoción que por naturaleza concierna. Tomando como ejemplo las frecuentes divagaciones sobre el malestar circunstancial de cada uno, desde los pensamientos superficiales y en apariencia inofensivos que señalan asuntos como que el día está nublado y eso nos hace sentir mal, hasta los más profundos que retroalimentan la creencia de que nuestra vida es desgraciada –centrándose en aspectos más dramáticos o relevantes de nuestra situación de vida–, todos irán contribuyendo a la forja de una poderosa emoción única y muy condicionada.

Los pensamientos se convierten en emoción, y el sentimiento es lo que verdaderamente distorsiona y determina nuestra actitud, que a su vez facilitará la consecución de nuevos pensamientos parecidos.
La clave está en vigilar nuestro pensamiento para que esos círculos retroalimentados engendren emociones y actitudes favorables (o que nos ayuden a ser más felices y positivos) y reafirmen convicciones beneficiosas.

Vigilancia y Corrección del Pensamiento Involuntario
Lo cierto es que el pensamiento es en extremo difícil de controlar, por no decir imposible; el pensamiento simplemente SURGE.
Personalmente, diferencio dos tipos de pensamientos que he decidido bautizar de la siguiente manera: pensamientos involuntarios o condicionados y pensamientos voluntarios o correctores.

Los pensamientos involuntarios o condicionados son siempre de naturaleza egótica. Pertenecen al aparente libre albedrío de El Pensador y brotan haciendo su particular interpretación de la realidad, siendo responsables de la tóxica identificación con el ego reactivo.
Los pensamientos voluntarios o correctores, por el contrario, constituyen todas aquellas divagaciones mentales que realizamos de manera consciente: el análisis concienzudo de las situaciones, el diálogo interior, el autoconvencimiento y un largo etc.. Estos nos permiten ser asertivos y enfocar nuestra mente con fines prácticos; además, como veremos a continuación, también son la clave para cambiar la actitud del Pensador.
También considero la existencia del pensamiento creativo (que tiene un poco de cada uno), pero no es ahora el momento para dedicarnos a su análisis.

La idea básica que me inspira esta reflexión es que considero que El Pensador involuntario actúa sujeto al hábito, la costumbre de enfocar el pensamiento en una determinada perspectiva. No es que sea venenoso o autodestructivo por naturaleza, únicamente se trata de que, desde jóvenes, nos hemos acostumbrado a una forma de ver las cosas (normalmente, tendemos a focalizar nuestra atención en los elementos negativos o desajustados, dándoles mucha mayor relevancia que a todo aquello que nos haría sentir bien) sin cuestionarnos acerca de las distorsiones internas que podrían estar limitándonos. La actitud del ego es consecuencia de esta inercia condicionada, motivo por el que engendra pensamientos involuntarios sujetos a ese determinado punto de vista y siembra la emoción correspondiente, que como ya he dicho contribuirá a reafirmarlo.
Sin embargo, el poder mental como simiente emocional es idéntico para el pensamiento involuntario y el voluntario, pues ambos son en realidad una sola cosa. La diferencia es que el pensamiento involuntario o condicionado es mucho más frecuente que el voluntario o corrector, puesto que surge continuamente sin que nosotros hagamos nada por compensarlo.
Este es el motivo por el que denomino al pensamiento voluntario como “corrector”, porque puede corregir al pensamiento negativo que aparece fruto del hábito o una perspectiva limitadora. Cuando vigilamos al Pensador, descubrimos la aparición del pensamiento distorsionado, no solo para evitar que determine nuestras acciones y reacciones, sino también para otorgarnos la posibilidad de contrarrestarlo con un pensamiento positivo procedente de una nueva perspectiva más higiénica (esta, por supuesto, debe estar sustentada por una creencia real; no es posible engañarse a uno mismo, aunque si condicionarse).

Observar pensamiento negativo – Formular pensamiento corrector – Agradecimiento

No voy profundizar mucho más en esto por ahora. La idea fundamental es fomentar el diálogo interior estableciendo contrapuntos que, poco a poco, constituyen la siembra de emociones responsables de actitudes más positivas y útiles, además de, poco a poco, ir influyendo en el pensamiento involuntario o condicionado, que acabará por ser exacto a las afirmaciones correctoras que hemos ido utilizando con constancia y tesón.
Vigilancia y corrección del pensamiento, esa es la idea fundamental.

El agradecimiento es el recurso que utilizaremos cuando no encontremos un enfoque positivo de la situación en cuestión. Esto puede ocurrir con frecuencia, normalmente cuando no contamos con una creencia que nos ayude a ver el lado enriquecedor del asunto, o cuando las circunstancias se nos antojen simplemente intolerables desde todos los ángulos. Entonces, el pensamiento corrector será un agradecimiento; este puede ser acerca de cualquier virtud o situación externa que nos sea beneficiosa, siempre existen muchas, muchísimas cosas que podemos agradecer, muchas más de las que podemos lamentar (y que, por desgracia, con frecuencia absorben toda nuestra atención).
Este proceder será especialmente útil, como desglosaré en futuros artículos, como técnica en si misma para mejorar nuestra Visión Positiva del Mundo y nuestra Autoestima.

Forjar un hábito eficiente
Los hábitos nos definen, pues estamos intensamente gobernados por ellos a todos los niveles. Determinan nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar.
Para reemplazar la tendencia egótica hacia una determinada distorsión (normalmente fruto de sentimientos negativos, dolorosos o limitantes) deberemos adquirir el hábito de vigilar al Pensador y, a continuación, contrarrestar sus divagaciones involuntarias a través del pensamiento corrector y el agradecimiento.

Con tiempo y constancia, iremos adquiriendo destreza en esta práctica, convirtiéndola en una costumbre a la vez que comenzamos a recoger la nueva siembra emocional que más conscientemente hemos ido sembrando.
Poco a poco, el propio pensamiento involuntario irá cambiando, contribuyendo también a mejorar nuestro estado sentimental y alimentando actitudes positivas y creencias enriquecedoras, que habrán cobrado fuerza e inercia suficiente a través de este proceso o adaptación.

Todo es cuestión de hábitos, y para implementarlos debemos ser constantes. Enfrentarse a una costumbre viciada o limitadora instalada desde hace largo tiempo, como es la de sentirnos mal y deprimirnos, resulta difícil al principio y se hará requeridora de grandes dosis de dedicación.


No deseo extenderme más. Creo que, en mayor o menor medida, he logrado esbozar estas teorías básicas acerca de El Juego Interior.
Continuaré abordando, en artículos posteriores, cada uno de esos elementos que configuran para mí el Juego Interno –autodependencia emocional, visión positiva del mundo y autoestima– y la forma de trabajarlos e implementarlos a partir de los principios fundamentales que he querido describir aquí.


La ilustración que precede al artículo es obra del dibujante Chuck Carlton. Creo que representa espléndidamente las ideas sobre El Juego Interior, con la luz observando al Pensador y los engranajes del imparable pensamiento humano.

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